Briatore, en pantuflas
Ningún jefe de Estado, autoridad política o estrella del celuloide tiene pase libre para acceder a la burbuja elitista de la Fórmula 1 sin una acreditación. Es imposible sortear tornos y atravesar barreras sin que la burocracia exclusiva y el producto de lujo haga su trabajo. Periodistas, patrocinadores y pilotos cuelgan su chapa al cuello o al bolsillo, pero nadie pasa sin sello. Ayer apareció él y rompió todos los clichés.
Flavio Briatore se presentó en el paddock de Mónaco en pantuflas. Zapatillas fashion, of course, con sus iniciales (FB) cosidas en tono ocre sobre el empeine negro, pero al fin y al cabo babuchas de andar por casa repanchigado en el sofá. Recién afeitado y duchado, cruzó el pantalán del puerto de Montecarlo desde su imponente yate Force Blue (también, ojo al detalle, FB) y rebasó la raya de los privilegios. Ninguna acreditación a la vista, nada de escarapelas para quien en su día fue designado como el heredero in pectore de Bernie Ecclestone para tomar las riendas del mayor negocio de marketing.
«Ragazzi, ¿cómo estáis?», saluda con su tono cordial el antiguo jefe de Alonso. Las cámaras lo buscan, sus antiguos empleados en Renault se paran a estrechar su mano y un variopinto elenco de personajes detiene el paso para interesarse por él.
«Vivo muy bien, entregado a la familia y los amigos. No echo nada de menos de la Fórmula 1», cuenta el magnate italiano, que recibió una sanción de por vida -luego rebajada a tres años (2012)- por incitar a Nelsinho Piquet a provocar su propio accidente en Singapur 2008 que se tradujo en la victoria de Alonso.
Briatore habla desde el púlpito del poder, una mesa en la posada de Bernie Ecclestone. Ambos mantienen la amistad. Desapareció de la faz de la Fórmula 1 el pasado 13 de septiembre, después del Gran Premio de Italia. Y, como siempre, Flavio habló claro y contundente: «Sólo ha habido dos colegas que me han mostrado su afecto. Domenicali, de Ferrari, y Horner, de Red Bull». Briatore tenía una empresa de representación de pilotos y sólo salvó dos apellidos de su antigua finca. «Webber me ha demostrado que es un tipo con principios. Y Alonso se ha portado como lo que es, un amigo».
En este intervalo, ha sido padre de un niño (Nathan Falco), ha vendido su accionariado en el Queens Park Rangers («fue una jugada astuta») y ha recorrido la senda de los millonarios («no necesito trabajar para vivir»). Ayer criticó el modelo deportivo de la F-1 («si no llueve, es un aburrimiento»), aventuró días de gloria para Alonso en Ferrari («hablo con él y lo veo muy feliz») y elogió a Mourinho («es un revolucionario del fútbol»).
Noticias relacionadas
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete