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Deterioro sin remedio

HOY informa ABC sobre un estudio sociológico comparado de la valoración de líderes políticos en sus países respectivos. El análisis ofrece datos muy significativos. El estudio atribuye a Rodríguez Zapatero un 33 por ciento de aceptación, equivalente al que conseguía George W. Bush en sus peores momentos y sólo equiparable hoy día al nivel de Gordon Brown, que -según todos los indicios- camina sin remedio hacia la derrota en las urnas. Aunque otros sondeos realizados en nuestro país reducen todavía más la percepción de los ciudadanos sobre el presidente del Gobierno, es notorio que el líder del PSOE se sitúa muy por debajo de otros dirigentes internacionales como Obama, Merkel o Berlusconi, que se aproximan al 50 por ciento. Por supuesto, está a años luz de Lula, que consigue un nivel de apoyo en torno al 80 por ciento. El Ejecutivo puede seguir diciendo que no le importan las encuestas, aunque también debería mirar con atención las previsiones sobre un eventual vuelco electoral en Andalucía. En todo caso, el desplome de la popularidad de Rodríguez Zapatero le sitúa ya en zona de muy alto riesgo. En democracia, cuando un dirigente cae en picado en la consideración de los electores, resulta muy difícil remontar el vuelo por mucho optimismo antropológico y voluntarismo sin contenido que ponga en el empeño. Además, el desgaste se ha producido de forma muy acelerada y afecta a la imagen personal del presidente del Gobierno, que ha sufrido en pocos meses un deterioro que cabe calificar de irremediable, sin exageración alguna.

La experiencia demuestra que todos los líderes que han sufrido procesos similares han perdido después las elecciones, incluso aunque logren recuperar parcialmente la confianza de los votantes en una etapa más próxima a las urnas. En estas condiciones, es lógico que los socialistas asuman -en voz alta o en voz baja- la existencia de una seria crisis de liderazgo. Aunque no lo reconozcan José Blanco y otros dirigentes del aparato de Ferraz, hay mar de fondo en el PSOE porque empiezan a percibirse síntomas inequívocos ante una hipotética pérdida del poder. Rodríguez Zapatero se ha convertido en un problema para los suyos porque los ciudadanos lo identifican con la ineficacia absoluta ante la crisis, el sectarismo ideológico y la retórica inútil para afrontar los problemas reales de la sociedad española. Aunque faltan más de dos años para las elecciones generales, si se agota la legislatura, hay percepciones en la opinión pública que no serán fáciles de cambiar.

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