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Comparecer sin convencer

LA comparecencia de las ministras de Defensa y de Sanidad en sesión conjunta de las comisiones competentes del Congreso de los Diputados no aclaró ayer ninguna de las dudas que se plantea la opinión pública sobre la gestión del brote de gripe A en la Academia de Hoyo de Manzanares. Con sus acusaciones al PP de propagar el miedo, parece que Carme Chacón ha asumido que la mejor defensa es un buen ataque, mientras que Trinidad Jiménez no logra disimular su contrariedad ante un asunto que rompe la imagen positiva que su departamento había conseguido transmitir desde que comenzó la alarma sanitaria. Si se cumplieron todos los protocolos de la Organización Mundial de la Salud, no parece razonable confundir la gripe A con una gripe común durante el tiempo suficiente para permitir la visita de los escolares y dar pie a que la epidemia se extendiera a otra instalación militar en León. Si todos actuaron con celeridad -como también se dijo ayer ante los diputados- no es lógico que la titular de Sanidad tuviera que improvisar a última hora para hacer frente a un problema que desconocía.

La descoordinación en el Ejecutivo es evidente, pero hay también que determinar si existió en alguna instancia un propósito deliberado de ocultar los hechos. Los ciudadanos perciben en este caso una mezcla de chapuza y oportunismo, confirmada ayer durante la doble comparecencia en el Congreso. Por tanto, no basta con desviar la atención hacia técnicos, funcionarios y militares, sino que alguna autoridad tendrá que asumir la responsabilidad política correspondiente. Mientras el virus sigue avanzando crece la alarma social cuando los poderes públicos actúan al servicio de su interés particular y son incapaces de transmitir confianza a los ciudadanos. Acusar de catastrofismo al PP es una falsedad injustificable porque la oposición tiene el deber de llevar a la sede parlamentaria las preocupaciones e inquietudes de la población. Por lo demás, hay muchos antecedentes de las maniobras del PSOE para sacar provecho incluso de accidentes inevitables, y no es lícito que los dirigentes políticos se escondan ahora bajo un manto institucional. Las cosas se hicieron muy mal desde el primer momento y negar las evidencias no conduce a nada positivo. Ayer se escucharon mucho en el Congreso las palabras «coordinación» y «transparencia», pero la opinión pública no se deja engañar por una retórica sin contenido que pretende encubrir la ineficacia y la mala gestión.

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