Historia de una portada creada por José Manuel Ballester
¿Cómo reflejar en una imagen la crónica de lo que hemos vivido en 2020? El año en que la muerte tomó el Palacio de Hielo, en el que un virus se hizo global y nos puso delante toda la incertidumbre de la que ya abjurábamos, el año en que la ciencia batió su récord olímpico de vacunas y de esperanza hipodérmica, fue también un año en el que algo se rompió dentro de nosotros. Un horizonte que creíamos pétreo, un cielo que pensábamos vítreo, se nos derrumbaron cuando estábamos encerrados.
Así que ¿cuál es la imagen? La idea de mirar al arte, puesta sobre la mesa por el director de ABC, Julián Quirós, era un reto. ¿Qué obra podría hablarnos directamente a nosotros? Había que inventarla. Hablamos con José Manuel Ballester. Teníamos en mente su célebre serie de obras “paisajes ocultos”, en las que vacía digitalmente de personajes las grandes obras de arte clásico. Sin personas el paisaje cambia, el salón donde Velázquez pintó las Meninas, abandonado; el populoso, fantástico Jardín de El Bosco, desierto. Como la calle cuando estábamos confinados. Echamos de menos los cuerpos y al mismo tiempo proyectamos presencias reales, significados nuevos en el escenario vacío de nuestras vidas. Buscamos sentidos.
Ballester se entusiasmó nada más escuchar nuestra petición. Era como revisitar su viaje, dar una vuelta más de tuerca a los “paisajes encontrados”. Inmediatamente pensó en el Bosco. Y allí, en los paneles laterales de “El Jardín de las delicias”, encontró el sentido que deseaba. Allí pudo hallar incluso –arrumbada junto al laúd, el arpa, la zanfonía y el oboe que el Bosco pintó– una invocación de la cultura en el mundo pandémico. Tenía algunos viajes, entre ellos al Museo Guggenheim para inaugurar una exposición de sus impresionantes fotografías de Bilbao vacío durante el confinamiento. Este año el paisaje vaciado nos persigue.
Según el artista, pensábamos que el mundo en que vivíamos antes del Covid-19 estaba, por así decir, en el panel “bueno”, el del paraíso tranquilo, el del vergel, a salvo. Pero el virus demostró que esa seguridad era falsa. Por ello el artista trajo del panel “malo”, el infernal, hacia el que la pandemia nos empuja, algunos elementos: el personaje árbol inestable sobre las barcas, los instrumentos, la calavera, la llave... La condición humana en toda su complejidad late en el arte final que hoy publicamos.
Así lo expresa el propio artista para ABC:
Un año bipolar
Vídeo: Nerea Balinot
Siempre me he preguntado qué hace la música, representada tanto por instrumentos de naturaleza popular como culta, en el supuesto infierno de «El Jardín de las Delicias». La obra de El Bosco creo que encarna mejor que ninguna otra la visión de un mundo bipolar con todas sus variedades, contradicciones y enigmas.
Cada vez queda más claro que 2020 ha enfrentado dos mundos diferentes: el de una sociedad «paradisíaca» que está manifestando sus grietas, y aquel que sufre un drama infernal, no solo por el azote de la pandemia, sino también por los conflictos armados, la violencia y las desigualdades. Igualmente, el cambio climático sigue su curso, aunque ahora no sea una cuestión prioritaria al estar centrada toda nuestra atención en los daños que está causando la Covid 19.
Si algo ha demostrado esta pandemia es la necesidad y utilidad de la cultura en nuestra sociedad, aunque también ha puesto de manifiesto su vulnerabilidad debido al carácter presencial que por su propia naturaleza requiere.
La mirada del único personaje presente en la obra de El Bosco, la música junto con todas las demás artes que necesitan de nuestro sentidos y el crisol de la ciencia donde se requieren todas ellas en armonía, conforman nuestra cultura y nuestro futuro. Por ello, las he situado en la «delicia» de la cara amable de este mundo bipolar como un elemento de esperanza.
Después de varias pruebas, Ballester nos envió su imagen, que ABC ha llevado sin dudarlo a la portada. Resume lo mejor y lo peor que hemos vivido. Quien conoce el cuadro de El Bosco observará en seguida que hay cosas que no casan. Pero la belleza de la creación del gran pintor, tratada por Ballester con tanto respeto como atrevimiento, permite a todo el mundo reconocer la inquietud que genera a nuestra mirada. El número del 30 de diciembre era una ocasión inigualable para volver a dar el protagonismo que ABC ha dado siempre al arte y la cultura.
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Mientras tanto, muchas otras reflexiones se dieron en el camino de este especial, entre ellas la incertidumbre en la que la pandemia nos ha sumergido. Y de ahí también surgió la iniciativa de consultar con otra artista, en este caso Carmen Calvo, alguna imagen que resumiera ese aspecto y completara de algún modo la visión cultural que queríamos sumar a la periodística.
Así, Calvo eligió una obra ya creada, una vieja fotografía intervenida por ella en 1999, en la que aparece una mujer, a la que añade mascarilla y algunos rasgos, dentro de uno de los temas principales de su indagación artística, la anulación del personaje y las preocupaciones de género. En aquella mujer retocada por su mirada de artista, veintiún años después, aparece una mirada que nos apela, como un espejo, una mirada de perplejidad por encima de la mascarilla, ante la obligación de ocultarnos que tenemos que observar para sobrevivir, una nueva regla social en la que la identidad aparece intervenida y aceptamos, al menos hasta que escampe.
Así lo cuenta la propia artista a ABC:
Anulación
Vídeo: Mikel Ponce
Desde que Javier Díaz-Guardiola me pidió desde ABC participar en este número con una intervención, tuve claro que elegiría una imagen antigua. La obra en cuestión lleva por título «Rosa», y es de 1999. La he elegido porque, aparte de tener esa connotación que es bastante triste en la actualidad, parecía que fuera un presagio del futuro. En mi propio trabajo siempre ando estudiando la anulación del personaje. El taparse es anular parte del físico, y si es el rostro, hablamos de parte de la identidad. El hecho de elegir la imagen de una mujer viene también dado por una cuestión de género. Aunque yo trabajo sobre el ser humano, creo que conecto más con las mujeres, y no por la situación actual, sino que es algo de siempre, que ha acompañado mi obra desde hace décadas. Esta obra es una foto intervenida, pintada. La razón de que yo parta de una foto antigua me permite seguir haciendo esa búsqueda del personaje, porque mi mirada es más pictórica. La intervención permite entrar en la pintura. Realmente supone hablar de un personaje que, aunque sea tardío, resulta muy actual por la connotación que tenemos, ahora con la pandemia, de las mascarillas; por la anulación a la que da soporte y porque, en el fondo, es también la mujer. En este caso, yo centraba la intervención en que se vieran solamente los ojos del personaje elegido. Y ahora, tanto tiempo después, te das cuenta de que no nos reconocemos fácilmente por que vamos tapados. El resultado también pone de relieve un misterio que hay en el hecho de ocultar por algo, y asimismo deja claro, evidentemente, el hecho de ocultar el miedo que nos da lo que puede pasar, la incertidumbre que vivimos en estos días.