Las grietas de la salud pública
El año 2020 será recordado por una pandemia que hizo morder el polvo incluso a los sistemas de salud más avanzados. Más allá de la enfermedad y la muerte causadas por el propio virus, se han perdido millones de puestos de trabajo, la economía mundial ha entrado en recesión y las divisiones geopolíticas se han acentuado.
Para hacer frente a la situación en 2021, no podemos actuar como si no hubiera pasado nada. En primer lugar, debemos poner fin a la pandemia. Muchos países están demostrando que el virus puede suprimirse con intervenciones eficaces de salud pública, en particular la realización de pruebas y el rastreo de contactos. Y las vacunas ya están en camino. La comunidad científica ha establecido una nueva norma para el desarrollo de vacunas. Ahora la comunidad internacional debe establecer una nueva norma de acceso. Simplemente no podemos aceptar un mundo en que los pobres y marginados son pisoteados en la estampida hacia las vacunas.
La Covid-19 es una amenaza mundial, y las herramientas para derrotarla deben compartirse equitativamente. No se trata de caridad; es la forma más rápida e inteligente de poner fin a la pandemia e impulsar una recuperación económica mundial.
En segundo lugar, todos los países deben invertir en salud. La pandemia nos ha enseñado que la salud es una inversión esencial en economías y sociedades más productivas, resilientes y estables. Cada año, se invierte en salud el 10% del PIB mundial. Sin embargo, hay enormes diferencias entre países y un desequilibrio en la cantidad destinada a tratar enfermedades, más que a prevención. Y en tercer lugar, debemos trabajar juntos de otra forma, para favorecer la reconstrucción.
Contar con una vacuna ayudará a poner fin a la pandemia, pero no subsanará las vulnerabilidades que están en su raíz. No hay vacuna alguna contra la pobreza, el hambre, el cambio climático o la desigualdad. Los retos a los que nos enfrentamos están profundamente interconectados, como debe estarlo nuestra respuesta.
En 2015, el mundo se unió para adoptar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un ideal ambicioso para las personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas. Juntos, necesitamos un compromiso renovado para cumplir las promesas que hicimos entonces. Necesitamos repensar el liderazgo, que debe estar basado en la confianza recíproca y la rendición de cuentas mutua.
Necesitamos repensar las inversiones en nuestro futuro compartido. Y necesitamos redefinir las alianzas, demoler los compartimientos estancos y que nuestros esfuerzos estén vinculados a algo más grande.
Cada crisis es una oportunidad. La Covid-19 no será la última pandemia que recorra el planeta. Sin embargo, podemos usarla como una plataforma para construir un mundo más saludable, más seguro, más justo y más sostenible.








