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El testimonio de las víctimas convence a la Audiencia para condenar a un clan rumano por trata de seres humanos

La Sección Cuarta impone 32 años y medio a cuatro miembros de la familia Muti, afincada en Olivares

El testimonio de las víctimas convence a la Audiencia para condenar a un clan rumano por trata de seres humanos abc

silvia tubio

Tres indigentes rumanos viajaron a Sevilla desde su país natal en diciembre del año pasado. Bajo el brazo llevaban una supuesta oferta de trabajo con un salario de 700 euros; el pasaporte para salir de la mendicidad y una segunda oportunidad vital. Pero resultó ser un engaño.

Cuando tocaron suelo en la capital hispalense, acompañados del supuesto empleador, los trasladaron a una casa en Olivares , les retiraron la documentación, les informaron que habían contraído una deuda que debían saldar antes de recibir sus pasaportes. «Fueron alojados en la misma habitación, compartiendo cama, sin apenas muebles, en condiciones infrahumanas », relata el fiscal que se hizo cargo de su caso en su escrito de acusación.

El relato de estos ciudadanos rumanos ha sido la prueba esencial para que cuatro miembros del clan Muti sean condenados por delitos de trata de seres humanos y obstrucción a la Justicia . El juicio se celebró el pasado 29 de septiembre en la Sección Cuarta.

Los acusados, cuatro hombres y una mujer, se enfrentaban a penas que sumaban 168 años de prisión. Al final, el tribunal ha impuesto quince años por trata de seres humanos con fines de servidumbre a Ion Simion y Sorin Muti. Ambos se encuentran en estos momentos en prisión provisional.

El primero es quien captó a los indigentes en Rumanía y el segundo es el supuesto cabecilla del clan. En el banquillo les acompañó el hermano, la esposa y el marido de la madre de Sorin. Los dos primeros han sido sentenciados a un año y medio y doce meses de prisión, respectivamente, por obstrucción a la Justicia; mientras que el procesado de más edad ha sido absuelto.

Comiendo de las sobras

El tribunal considera probado que este clan tenía como objetivo captar mendigos para traerlos a España y aquí obligarlos a robar y pelar cables de cobre. A cambio les daban «de comer una sola vez al día y siempre las sobras de lo que ingerían los demás miembros de la familia, acompañadas de pan duro».

Durante el juicio no hizo falta que volvieran a comparecer las víctimas. Su declaración durante la instrucción se realizó como prueba preconstituida para que no tuvieran que enfrentarse a los denunciados en una sala de vistas.

Sus declaraciones han sido la piedra angular sobre la que se asienta la condena dictada por la Audiencia; a pesar de que las defensas trataron de desacreditarlos. Los acusados dijeron en el juicio que se lo habían inventado todo para sacarles dinero y que siempre habían actuado de buena fe.

Para los magistrados, los relatos de las víctimas «se presentan no sólo coherentes sino también verosímiles y en su contenido nuclear fueron coincidentes»; además de que «nada tenían que ganar inventando una historia de ese calibre excepto ganarse la enemistad de lo que parece un grupo familiar bastante extenso».

La versión de los acusados es que quisieron chantajearles con mentiras

La pasada Nochebuena, dos de las tres víctimas lograron escapar de la casa , aprovechando que varios de los miembros estaban ebrios. En la madrugada del día 26, una patrulla de la Policía Nacional los encontró deambulando en la calle. Al contar lo que les había ocurrido, fueron entregados al grupo II de la Unidad contra las Redes de Inmigración Ilegal (Ucrif).

La tercera víctima fue rescatada en la casa del clan. Había sido usada como bufón durante la celebración navideña y no había podido escapar.

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