Basta una vuelta por el centro de Berlín para darse cuenta de que Turquía juega en casa. La capital alemana es el centro neurálgico de la inmigración otomana en el país, donde residen casi 3 millones de turcos que han hecho de Alemania su segunda casa. El barrio de Kreuzberg, conocido como «El Pequeño Estambul», es el mejor ejemplo de este fenómeno único en Europa. Ayer, bullía de manera especial ante el estreno de su selección contra Italia. En un país que vive por y para el baloncesto, la posibilidad de disfrutar tan de cerca un partido del equipo nacional supone un acontecimiento único. Un revolcón a la rutina del día a día.
Las gradas del O2 se tiñeron de rojo en el choque que los de Ataman disputaron ante Italia. Una presión ambiental que superó en mucho a la que poco antes había sufrido Islandia ante Alemania, la auténtica anfitriona de un Eurobasket que, al menos en su sede de Berlín, cuenta con dos equipos locales a tenor de lo vivido en la jornada inaugural.
Ese ambiente enconado es el que España se encontrará hoy (21.00 horas, Cuatro) en su segundo partido. Un choque complicado en la cancha y fuera de ella, que pondrá a prueba la fortaleza del equipo de Scariolo. Turquía ha cambiado mucho desde la plata que consiguió en el Mundial de 2010. Entonces, acunada también por su público, solo sucumbió en la final ante Estados Unidos. De aquel equipo queda Ilyasova como gran líder, en un conjunto plagado de jóvenes talentos ansiosos por explotar. Sin Asik, lesionado, la zona será más vulnerable y es por ahí por donde Pau, Reyes y Mirotic deberán socavar la inquebrantable fe de los turcos para seguir pensando en los octavos de final.




