Lunes , 22-03-10
F. MORENO
MONTILLA. «No puedo negarme, pues todo nuestro sistema se fundamenta en el principio democrático y lo más puro de él es vuestro sufragio directo. Si la mayoría pide su crucifixión he de cumplir la voluntad popular, única fuente de la que Emana nuestro poder». En éste, entre otros planteamientos, basó su condena a muerte contra Jesús de Nazaret Alfonso Coronel de Palma ante el Ecce Homo de la parroquia de Santiago de Montilla.
Fue el colofón a la XVIII sentencia de la Centuria romana Munda, donde el presidente del consejo de administración de la Cadena Cope intentó poner al desnudo los paralelismos vigentes entre el proceso injusto contra el nazareno, «que seguimos repitiendo una y mil veces en nuestra historia», y la justicia actual.
De hecho, precisó que «es esta libertad, que a veces nos resulta insoportable, la que nos permite condenarle y también pedirle perdón», y que este mal uso de la libertad «es lo que nos permite seguir condenando a justos y aclamando a los injustos».
Coronel de Palma subrayó que «no podemos olvidar que hoy, como cuando se dictó el proceso a Jesús, seguimos aceptando injerencias inaceptables en nuestro sistema judicial, y callamos».
El Sanedrín de hoy
De ahí que subrayase que «criticamos con dureza la composición del Sanedrín, pero asistimos al derrumbamiento de nuestra carrera judicial» o que «contemplamos, sin aspavientos, reformas de nuestras leyes procesales que más se ajustan al discurso político del momento, o al discurso mediático, que a la mejora de la justicia». En resumidas cuentas, que «callamos, miramos para otro lado, nos lavamos las manos» porque ya somos incapaces de ver «que el Sanedrín, Pilatos o el pueblo exultante podría ser cada uno de nosotros o parte de nosotros o todos a la vez».
Terminó solicitando también la libre absolución para todos los juzgadores de Cristo porque «el justo condenado pidió a Dios, pidió a su Padre, que nos perdonase porque no sabíamos lo que hacíamos», aunque puso como condición, antes de emitir su fallo condenatorio, «que le pidan perdón y que reconozcan que era el hijo de Dios».

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