Festival Rafael Orozco
Final con carisma y virtuosismo
Lugar: Teatro Góngora. Fecha: Viernes 15 de noviembre.
El laureado pianista cubano Marcos Madrigal y la Orquesta de Córdoba clausuraron la duodécima edición del Rafael Orozco con uno de los títulos más sugerentes de toda la literatura concertística, la «Rapsodia sobre un tema de Paganini» del ruso Sergei Rachmaninov.
Para plasmar la extraordinaria inventiva de este trabajo, auténtico caballo de batalla para los intérpretes y que a lo largo de sus veinticuatro variaciones despliega un apasionante abanico de colores y sonoridades, el toque especialmente brillante y casi electrizante del último segundo clasificado del Premio Jaén, se mostró como una magnífica opción. Supo ser a la vez deslumbrante en su limpieza sonora, rotundo y agresivo cuando la ocasión lo requirió, como durante la preparación y primera acometida del «Dies Irae» medieval de la séptima variación, casi siniestro en la decimoséptima e hirviente en la decimonovena, cuyos saltos aparentemente imposibles los acometió con arrolladora seguridad, redondeando una interpretación de muchísimo nivel.
La Orquesta, que pareció a veces no poder seguirle de todo el ritmo (es un trabajo difícil de encajar), adoleció de falta de densidad y de masa sonora, pero es que con cuatro violas y dos contrabajos poco podía hacerse. Al acabar el pianista aún regaló tres piezas de su compatriota Lecuona, «Málaga», «Córdoba» y «Comparsa», que hicieron las delicias de un público entregado al carisma y al virtuosismo del intérprete.
Previamente la Orquesta tocó una correcta «Jota Aragonesa» de Glinka, trabajo brillante y que me llevó a la conclusión de que, haciendo recuento, para topicazos españoles casi prefiero los de autores extranjeros (la «Rapsodia Española» de Liszt es sublime), que a mi juicio son más resultones y tienen más gracia que los patrios.Durante la segunda parte se abordó la «Sinfonía nº 5» de Beethoven, que como mil veces tocada por la Orquesta y escuchada por todos debió, creo, haber atraído a más público, a ése que no quiere salir del repertorio de toda la vida y que la noche del viernes no sabe muy bien dónde estuvo. La versión fue muy buena en su concepto, pero sonó algo descentrada (más tarde me comentaron que la acústica desde el escenario del Teatro Góngora despistó un poco a los músicos) y volvió a acusar la ausencia de bajos.
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