confieso que he pensado
El milagro de vivir con lo puesto
Los años de bonanza económica de los que disfrutó este archipiélago nos individualizaron de la misma forma que la galopante recesión que sufrimos nos vuelve a colectivizar
¿Es posible vivir sin absolutamente ningún ingreso? La evidencia vuelve a hacer las veces de madre de la ciencia y nos confirma tal extremo, al menos en Canarias, donde casi 200.000 ciudadanos que, además de carecer de trabajo, han dejado de percibir cualquier tipo de subsidio, se desenvuelven en el día a día sin robar ni cometer ilegalidad alguna, acaso con la excepción de ciertas actitudes que tienen más que ver con la picaresca que con la delincuencia. Por ello, una vez comprobada empíricamente tan sorprendente realidad, nos asalta una segunda duda: ¿qué diantres hacen tan ejemplares hijos de vecino para arreglárselas con, supuestamente, cero euros en la columna de devengos de su cuenta bancaria? ¿Se alimentan por fotosíntesis? ¿Convierten cortinas y manteles en toda suerte de prendas de vestir? ¿Nutren los depósitos de sus vehículos de agua corriente? ¿Residen en los nidos abandonados por las aves migratorias?
Hace menos de un año, en agosto de 2011, los barrios londinenses que registraban, y mantienen aún hoy en día, el mayor porcentaje de desempleo, así como otras urbes del Reino Unido que se caracterizaban por un elevado índice de desocupación laboral, protagonizaron un estallido de violencia que cogió por sorpresa al Gobierno del conservador David Cameron, quien se vio obligado a interrumpir sus plácidas vacaciones en la Toscana para reincorporarse a su despacho y, cuando menos, ayudar a apagar los rescoldos. Las zonas con un mayor volumen de damnificados por el aletargamiento económico se alzaron en armas tras alcanzar un nivel de paro que apenas superaba el 20 por ciento, una cifra que con sumo gusto firmaríamos por estos lares no sólo para los próximos meses sino, visto el desolador panorama, para los años venideros. ¿Somos, entonces, una sociedad somnolienta o la reencarnación colectiva de Mohandas Karamchand Gandhi?
Sin tratar de negar otra irrefutable evidencia empírica: el elevado número de desahucios y una retahíla de dramas que devienen del desempleo, las respuestas a tantos interrogantes, esto es, los porqués de una aparente placidez que carece de sentido en las actuales circunstancias, sólo cabe hallarlos en un estallido de solidaridad que ha revalorizado el antaño irreemplazable papel de la familia.
Los años de bonanza económica de los que disfrutó este archipiélago nos individualizaron de la misma forma que la galopante recesión que sufrimos nos vuelve a colectivizar. De mirar hacia nosotros mismos, en ocasiones de soslayo hacia los demás, aunque sin demasiados alardes, hemos pasado a alzar la vista hacia los otros igual que un polluelo enfoca sus ojos en busca de la bondad materna. Tan poderosa es la economía que, casi sin enterarnos, se ha adueñado incluso de nuestras emociones.
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