El presidente Obama recibió ayer a Nicolas Sarkozy en la Casa Blanca en un intento de superar las diferencias y fricciones acumuladas entre el gobierno de Estados Unidos y Europa durante el último año. Cita acompañada de un esfuerzo por demostrar solidaridad y sintonía trasatlántica al menos ante uno de los retos principales en la agenda internacional: el desafío nuclear planteado por la teocracia de Irán.
Al termino de casi una hora de conversaciones en el despacho oval, el presidente de Estados Unidos recalcó que el mundo se encuentra "más unido que nunca" en la necesidad de evitar que el gobierno de Teherán obtenga armas nucleares. Según Obama, París y Washington encabezan la necesidad de que "Irán cumpla con sus obligaciones" como signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear, empezando por detener su sospechoso programa de enriquecimiento de uranio.
De hecho, el presidente Obama avanzó que tras los fracasados esfuerzos de negociaciones directas por parte de su gobierno con Irán espera "en cuestión de semanas" la aplicación en el marco de Naciones Unidas de una nueva ronda de sanciones económicas. Según el líder americano, a pesar de las reticencias expresadas por China y Rusia, "mi esperanza es que vamos a conseguirlo esta primavera".
Sarkozy, por su parte, no dudó en hablar de "la carrera loca" de Teherán para conseguir armas no convencionales. Además de expresar su confiado respaldo a las estrategias adoptadas por la Administración Obama tanto en el conflicto entre judíos y palestinos como en la guerra de Afganistán. Pero sin mención de un mayor compromiso militar por parte de Francia en el frente afgano.
La cita con "mon ami Barack" ha resultado especialmente valiosa para Sarkozy, que en Francia se enfrenta a un retroceso significativo de su popularidad. Hace una semana su formación de centro-derecho fue derrotada en las elecciones regionales, mientras que el índice de respaldo a su gestión ha llegado a un 30 %, el punto más bajo de su presidencia. En contraste, Obama sigue resultando extremadamente atractivo para la opinión pública europea.
Pese a los guiños de complicidad demostrados ayer, las relaciones entre Barack Obama y Nicolas Sarkozy no han estado carentes de fricción. Sobre todo desde que el presidente de Estados Unidos declinase una invitación para una cena de gala en el palacio del Eliseo durante su vista a París en junio del año pasado. Detalle que fue interpretado como una especie de afrenta protocolaria a su anfitrión francés, con ansias de ser considerado por parte de Washington como el principal líder de la Unión Europea.
Dentro de estas tensiones, Sarkozy llegó a criticar a Barack Obama. Con reproches filtrados de inexperiencia, falta de preparación y cuestionables prioridades tanto internacionales como domésticas. Pero el "rendezvous" de los Sarkozy en la Casa Blanca resultó ayer bastante completo. Al incluir una reunión en el despacho oval, una rueda de Prensa conjunta y una cena privada en la mansión presidencial.
Los ayudantes de Sarkozy se han apresurado a destacar que ningún otro mandatario extranjero durante los 14 meses de Administración Obama ha sido agasajado con una cena privada en la Casa Blanca. Con grandes expectativas en torno a la coincidencia de Carla Bruni y Michelle Obama, dos de las mujeres con mayor "glamour" en la primera fila de la actualidad. Lo que ha desatado una particular tormenta de distracciones estéticas en Washington, entre morbosas expectativas comparativas de estilos, formas y "derrières".
Antes de llegar a la capital federal, el presidente francés y su esposa han disfrutado de momentos románticos en Nueva York pese a recientes rumores sobre tensiones en su matrimonio. La pareja ha protagonizado incluso uno de sus ya habituales besuqueos en un conocido restaurante de Central Park. Durante un discurso en la Universidad Columbia pronunciado el lunes, Sarkozy demostró también su híper-sensibilidad en materia de altura al insistir en un atril a la medida para no dejar en evidencia su limitada talla. En su alocución, el presidente francés insistió en que "el mundo necesita unos Estados Unidos abiertos, generosos, que muestren el camino a seguir, que escuchen".


