
Publicado Sábado, 09-08-08 a las 10:32
AZhang Yimou se le ha cambiado en un día la textura de su prestigio: ha pasado de ser el director de cine chino más visto en todo el mundo, a ser el director de cine más visto en todo el mundo... Cuatro mil millones de personas vieron ayer el monumental espectáculo dirigido por él y que inauguró los Juegos Olímpicos. Es decir, que Zhang Yimou era ya un artista de fama mundial, pero sólo ahora sabe la gente decir de corrido su nombre.
El primer prestigio le llegó a Zhang Yimou cuando presentó en el Festival de Berlín de 1988 «Sorgo rojo» y a Gong Li, la increíble protagonista... No sólo consiguió el León de Oro, sino también que se pudiera alabar la fotografía de una película sin sugerir con ello que lo demás es malo. Zhang Yimou, Gong Li y «Sorgo rojo» se convirtieron en una ventana por la que ver China, con persianas, contraventanas, cristales esmerilados..., pero ventana. Luego hicieron «Ju Dou» (se tituló «Semilla de crisantemo»), «La linterna roja», «Qiu Ju, una mujer china», «Vivir» y «La joya de Shanghai»..., ganaron premios en Cannes, en Venecia, en Berlín, eran mirados y admirados, eran, algo así, como los Brad Pitt y Angelina Jolie chinos. Luego se acabó la relación entre ellos, aunque afortunadamente no sus películas.
Los entendidos consideran a Zhang Yimou como el gran representante de la Quinta Generación del cine chino; esto, que suena muy pomposo, en realidad no quiere decir nada: se le llamó así a la quinta promoción de la Escuela de Cine de Pekín, de la que salieron algunos directores interesantes y revoltosos. La relación de Zhang Yimou con el régimen maoísta ha sido unas veces regular y otras mala, y sus películas fueron sistemáticamente prohibidas o criticadas, a pesar de que su cine es aparentemente inocuo y no contiene gérmenes ni miradas torvas.
Su segundo prestigio le llegó a Zhang Yimou con su espectacular visión del cine heroico de la China tradicional, con películas como «Héroe», «La casa de las dagas voladoras» o «La maldición de la flor dorada», en las que el descuidado y prosaico espectador occidental se saca por fin el dedo de la nariz ante el despliegue de belleza, poesía, batalla, romanticismo y fantasía de este cine. Justo antes de esta fase políticamente correcta (y que le ha convertido en alguien mejor visto y más aprovechable por el régimen, o sea, digno de abrir espectacularmente unos Juegos Olímpicos), Zhang Yimou tuvo otro gran y doble acierto: presentarle al mundo a Zhang Ziyi, la protagonista de «El camino a casa», una película que deberían reponer cada Navidad, o al menos alternándola con «Qué bello es vivir».
E. RODRÍGUEZ MARCHANTE
REUTERS
El director chino, en una imagen del pasado mes de febrero