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Arahal

El drama de una sevillana con Covid persistente: «Tengo 40 años pero me siento como mi madre de 86»

Elena López Frias es educadora en el Ayuntamiento de Sevilla y padece somnolencia, nieblas mentales, febrícula, ahogo por la falta de oxígeno en sangre y numerosos dolores articulares desde que tuvo la enfermedad en el mes de junio

Elena López Frias, con los numerosos informes médicos de los meses que lleva con Covid persistente C. G.

Carmen González

«Funciono gracias a las alarmas de Alexa, el reloj o el móvil. Se me olvida todo». Elena López Frias padece Covid persistente y no tiene control sobre parte de su vida. Es educadora social y trabaja en el área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Sevilla, aunque vive en Arahal. En junio, después de sentirse mal durante una semana, dio positivo en Covid, todavía no estaba vacunada. En un primer momento, la enfermedad le afectó principalmente a los pulmones, le diagnosticaron neumonía bilateral . Con tan solo 40 años dice sentirse como su madre que tiene 86. Cada día se levanta con un síntoma nuevo o arrastrando los que ha padecido en los últimos meses: somnolencia , nieblas mentales , febrícula, sensación de ahogo por la falta de oxígeno en sangre y numerosos dolores articulares.

A todas estas secuelas hay que añadirles las que se presentan sin avisar, a veces provocadas por la medicación. La semana pasada tuvo conjuntivitis y, en Navidad, una sinusitis le produjo úlceras en la nariz a causa de la que todavía sangra continuamente. La neumonía bilateral diagnosticada por su neumólogo le dañó parte de los pulmones debido a una obstrucción del 49 por ciento, por lo que cualquier actividad, por poco esfuerzo que requiera, es una batalla que pierde muchas veces al cabo del día.

Elena López está segura de que se infectó en una reunión de trabajo . «Mi familia y todos los que me rodeaban estaban bien y, en esa reunión, una compañera dio positivo. Llevaba una semana sintiéndome mal y el médico me diagnosticó una faringitis, todavía no me había dado fiebre pero yo sabía que era covid», cuenta la educadora social sobre los primeros días que, asegura, «no fueron malos, estaba bien, solo con algunas molestias en la garganta».

Después de que la avisaron del positivo de la compañera con la que estuvo reunida, se hizo la prueba. «Salió positivo en Covid pero, como habían pasado ya diez días de los primeros síntomas, el médico me dijo que podía volver al trabajo». Esa misma semana, comenzó un calvario, la enfermedad no ha dado respiro a su cuerpo desde entonces.

«Nunca sé cómo voy a amanecer y, cuando me echo abajo de la cama, tengo que hacerlo como mi madre que tiene 86 años», así describe Elena sus últimos meses de vida. Intentando no perder la paciencia pero sin poder evitar llorar cada poco. Hasta junio era una mujer activa que «lo llevaba todo por delante, trabajo y familia». Tenía energía suficiente para levantarse temprano, coger el coche hasta el centro de Sevilla y echar su jornada atrás para volver y seguir con su vida. Ahora, preparar el desayuno es el primer reto del día. No todos los días son iguales, pero algunos, los peores, cuando consigue bajar de la cama y llegar a la cocina, tiene que sentarse y esperar hasta recuperar fuerzas y poder comer algo.

Casa domotizada

Ni pensar en cargar con las bolsas de la compra o dar un paseo largo con sus dos perros. «Me obligo porque sé que la única manera de recuperarme es no abandonarme». Una de las secuelas que peor lleva es la pérdida de memoria . No se acuerda ni de lo básico. Por eso tiene toda la casa controlada con alarmas programadas en el móvil o el dispositivo Alexa, además de enchufes inteligentes: «Tengo mi vivienda domotizada para que no se me pegue la comida o para que la ropa no se lleve todo el día metida en la lavadora».

Y, cuando tiene que ir a un recado, apunta lo que ha previsto hacer o hace una lista con la compra. Aunque asegura que, tanto su marido como ella, han dejado de tener vida social . «Si vamos a desayunar, siempre al aire libre y en el lugar con menos gente. Tengo miedo de volver a infectarme porque ya no sé qué voy a perder más».

Elena López está ahora pendiente de varias pruebas. Visita a una doctora internista del Hospital Victoria Eugenia Cruz Roja de Sevilla, por medio de un seguro privado del trabajo. Según explica, en la unidad postcovid del Hospital de Valme le dieron el alta. «Los médicos que atienden este tipo de consultas deberían creer en lo que estamos padeciendo debido a las secuelas de esta enfermedad y apoyar al paciente. He ido a dos consultas, una presencial y otra telefónica y, a pesar de todos los síntomas, no me han hecho más pruebas».

Ahora está pendiente de acogerse a la libre elección de médico y solicitar cita en la unidad postcovid del Hospital Virgen del Rocío , dirigida por la doctora de Medicina Interna Isabel Martín Garrido, o bien que siga atendiéndola su propia internista, Laura Gallego, que también trabaja en el Hospital Macarena.

Enzo y Tayson la obligan a salir

Esta semana la han operado de un quiste en la boca y tiene algunos más repartidos por otras zonas del cuerpo. No sabe si es otra secuela o ya estaban ahí, pero no ayudan a su recuperación. «Me noto como si hubiera envejecido de pronto», con esta frase expresa un malestar físico y mental que ha ralentizado cada actividad de su vida. Este padecimiento donde más se refleja es en su cara. «Mi cirujana maxilofacial me dijo que tenía lo que llaman piel de sufrimiento , porque la piel es el órgano más grande del cuerpo y el Covid también se refleja en ella».

Para no sentirse tan sola, se ha asociado a Long Covid Andalucía , la asociación con sede en Málaga, que lucha para que los enfermos de Covid persistente no sean ignorados . Ella recibe información de todas las novedades relacionadas con la enfermedad y se pone a disposición de los grupos de investigación para que le hagan las pruebas necesarias que detecten por qué padece estas secuelas.

Elena guarda la esperanza de que todo pase, aunque es tan lento que hay días que sólo la obligan a salir las necesidades de juego de sus perros, Enzo y Tayson.

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