Historia de las patatas bravas. Origen, curiosidades y consejos

Historia de las patatas bravas. Origen, curiosidades y consejos

La historia de las patatas bravas, ese plato icónico que te ha salvado más de una vez en una terracita mientras te tomabas una caña con los colegas, es tan sabrosa como el plato mismo. Puede que creas que siempre han estado ahí, como el sol en verano o las discusiones sobre si el mejor sitio para comerlas es en Madrid o en Barcelona, pero lo cierto es que tienen un origen concreto y una evolución fascinante.

Existe una rivalidad entre Madrid y Barcelona sobre quien sirve las mejores patatas bravas de toda España. Lo cierto es que en cada ciudad se sirven de maneras distintas, pero cada cual tiene su encanto, logrando así seguidores y detractores a partes iguales.

Historia de las patatas bravas. Origen, curiosidades y consejos

Origen de las patatas bravas

Las patatas bravas tienen su origen en el Madrid de la posguerra. Concretamente, en 1949, en el restaurante La Casona, ubicado en la calle Echegaray. Allí, Joaquín Villegas Riancho, un cántabro afincado en la capital, ideó este plato sencillo pero sabrosón: patatas fritas cortadas en dados y bañadas en una salsa picante que, con el tiempo, se conocería como «salsa brava» .

Aunque inicialmente se les llamó «patatas de la Casona«, el nombre «bravas» se popularizó rápidamente, haciendo honor al carácter picante de la salsa. Esta denominación se consolidó aún más cuando, en 1959, Aurora Barranco registró el nombre comercial «Las Bravas» para su bar en el callejón del Gato.

La receta original de la salsa brava no llevaba tomate; su color rojizo y sabor picante provenían del pimentón y otras especias. Sin embargo, con el tiempo, surgieron múltiples variantes, algunas incorporando tomate frito, alioli o incluso mayonesa, dependiendo de la región y el gusto del cocinero .

En Barcelona, sí que es común encontrar la salsa brava hecha con tomate, lo que le da un toque más dulzón y suave, pero sin perder el toque picante. Aquí ya depende del gusto de cada uno, pero hay una clara división entre los puristas que defienden la versión madrileña y quienes disfrutan de la versión más tomatera.

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Curiosidades

Lo que realmente distingue a las patatas bravas de otras preparaciones con patatas es la salsa brava, que es, por supuesto, la estrella de este plato. ¿Pero qué lleva esta salsa? Aquí empieza la controversia. Si preguntas en Madrid, te dirán que la salsa brava auténtica no lleva tomate. «¿Qué?» dirás tú. Pues sí. Según la receta madrileña más tradicional, la salsa se hace a base de un sofrito de pimentón, aceite, harina y caldo. Es una salsa sencilla, pero con mucho carácter, que se gana el nombre de «brava» por el toque picante que se le da con el pimentón o el chili. Nada de tomate.

En cualquier caso, más allá de la discusión sobre si la salsa debe llevar tomate o no, lo que está claro es que las patatas bravas han trascendido su origen madrileño para convertirse en un plato típico en prácticamente toda España. Hoy en día es casi imposible entrar en un bar de tapas y no verlas en el menú. Y lo mejor de todo es que, aunque el concepto es sencillo, cada sitio tiene su propia versión, lo que las convierte en una de esas tapas que siempre vale la pena probar en cualquier lugar.

Hoy en día, las patatas bravas son una tapa imprescindible en bares y restaurantes de toda España, y su popularidad ha traspasado fronteras. Un ejemplo destacado es el bar Docamar, en el barrio de Ciudad Lineal de Madrid, que desde 1963 sirve unas bravas tan famosas que incluso comercializan su salsa en botellas .

Aún así, estas patatas ha tenido algunas variaciones y también puedes preparar las patatas bravas de moda con dos salsas, las patatas a la importancia, las tater tots, las ricas papas aliñadas o las patatas con salsa de tomate picante o brava. Sea cual sea, conoce más esta receta que es tan típica y deliciosa.

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Variaciones

La popularidad de las patatas bravas no ha dejado de crecer, y con ello han surgido todo tipo de versiones del plato, algunas bastante innovadoras, otras más tradicionales. Por ejemplo, hay sitios que optan por usar patatas asadas en lugar de fritas, lo que les da una textura completamente diferente. Otros restaurantes se han puesto creativos con la salsa y han añadido salsa alioli o salsa tártara para contrarrestar el picante de la brava, creando así una especie de «mixto» que también tiene su propio club de fans.

Además, hay quien asegura que las patatas bravas están emparentadas con platos de otras culturas, como las papas arrugadas canarias, que se sirven con mojo, una salsa igualmente potente y sabrosa. Y si nos ponemos a hacer comparaciones, es fácil ver similitudes con otros platos de patatas fritas cubiertas de salsa, como las «frites» con salsa en Bélgica o las famosas «poutine» canadienses. Aunque, claro, nada de esto le quita el toque único que tienen nuestras bravas.

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Consejos para hacer unas buenas patatas bravas en casa

Por supuesto, si te entra el antojo de unas buenas bravas y no tienes un bar cerca (o simplemente te da pereza salir de casa), siempre puedes prepararlas tú mismo. La receta básica es sencilla, pero como todo en la cocina, la clave está en los detalles. Para las patatas, lo ideal es cortarlas en trozos irregulares. Esto no es solo una cuestión estética, sino que así se asegura una cocción más uniforme y una textura más crujiente por fuera y tierna por dentro. Freímos las patatas en aceite caliente hasta que queden doradas y crujientes. Si prefieres una versión más ligera, puedes asarlas en el horno.

En cuanto a la salsa brava, aquí puedes ponerte creativo. Si quieres seguir la receta madrileña tradicional, prepara un sofrito con pimentón, harina y caldo, ajustando el picante al gusto. Si prefieres una versión con tomate, puedes añadirlo a la mezcla junto con un poco de ajo y cebolla. La clave está en encontrar ese equilibrio perfecto entre el picante y el sabor.

Las patatas bravas son mucho más que una simple tapa. Son un pedazo de la historia gastronómica española, un plato que ha evolucionado y se ha adaptado a los gustos de cada región, pero que sigue siendo tan icónico como siempre. Ya sea que las prefieras con salsa de tomate o sin él, con alioli o solas, lo importante es disfrutarlas con buena compañía, una caña fresquita y, sobre todo, ¡sin prisas!

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