Italia recuperaba a Buffon y salía con el 4-1-4-1, repleto de centrocampistas. Costa Rica, con su 5-4-1 y mucho más animosa. Italia jugará muy bien al fútbol, pero al final con ellos siempre acabamos hablando de barbas. Juegan al ritmo de una apisonadora, no por el efecto, sino por la velocidad. Un ritmo de paso corto en el que Pirlo ha de decir siempre la última palabra. No hay jugada de ataque que no lance él con sus pases. [Italia contra Costa Rica en directo]
Costa Rica lo intentaba con el talento de Bryan Ruiz y con Bolaños e Italia controlaba la posesión con enorme cicatería. Hay que elogiar la alineación de centrocampistas, pero si hemos criticado alguna vez el tiquitaca excesivo de España, sería absurdo rendirse ante lo de Italia. Porque aquí no hay rotaciones, slaloms de Iniesta, triangulaciones rapidísimas, ni esa rítmica coralidad que llegaba a emocionar. Es un tam-tam cansino hasta que Pirlo ve un hueco y enconces es letal lanzando el pase. Es como Paolo Rossi o Toto Schillaci, solo que de lejos. Y en conjunto, una forma blanda, distinta de catenaccio y no sé si mejor, porque el original generaba espacios y carreras. Es un catennaccio senil adaptado a Pirlo.
Pasado el minuto apareció la verticalidad de Balotelli, mirando por fin a portería contraria. Hubo un primer chut de Thiago y después una primera ocasión clara. Costa Rica adelantó la línea de defensa y Pirlo, listo como un lince, aprovechó para enviar a Balotelli un pase que le dejaba solo ante el portero. Falló en la elevación, el delantero, pero quedó claro que Pirlo aprovecha el desmarque ajeno como parte de su propio fútbol. En realidad, a Balotelli le juega Pirlo, está como intervenido por su dirección, como en la hipnosis o como cuando los informáticos entran en nuestro ordenador desde el suyo para manejarlo.
Italia son cinco centrocampistas vigilando a Balotelli como en un correccional. Pero Costa Rica se sobrepuso y volvió a atacar. Primero por un par de contras que originó Candreva con sus pérdidas. Luego, por la calidad de Bryan Ruiz. Campbell recibió un balón de Italia, se fue directo a portería y fue derribado en claro penalti. Quizás no fuera claro, pero es fácil simpatizar con Costa Rica, ¡orgullo de la CONCACAF! Al poco, justo antes del descanso, magnífico pase de Díaz y remate de Ruiz, precioso, saliendo de entre los centrales, uno de esos remates de sien, bonitos de verdad. Es la Costa Rica de Bryan Ruiz como fue el Perú de Cubillas.
Se confirmaba, Costa Rica es la selección sorpresa, la niña bonita, el equipo de todos en este Mundial e Italia juega siempre como en Manaos, como si se le estuviera acabando la batería.
En el descanso, Prandelli cambió a Motta por Cassano y empezó a notarse. Un lanzamiento, un control orientado, una falta conseguida para Pirlo que paró espectacularmente Keylor Navas. Candreva, que estuvo mal, fue sustituido por Insigne, atacante muy joven del Nápoles, de modo que en el minuto diez de la segunda parte Prandelli se puso con un 4-3-3, tres atacantes, menos control del juego y más espacios.
Bolaños hizo un regate que levantó a la grada. Con la cinta en el pelo, el capoeirista en este Brasil parecía él, dueño del anhelado “malandragem”.
El 4-3-3 de la Italia humanizada (4-4-2 en defensa, para los ultraortodoxos de la flechita) permitió las contras de Costa Rica, que demostró que en esa tesitura se defiende bien. Y repasemos: bien en el estático, bien en el balón parado, bien en el contragolpe...
Olés en el Arena Pernambuco. Costa Rica ocupa muy bien las bandas. Junior Díaz, que tiene nombre de novelista, arruinó a Candreva y además atacó bien. Los ataques eran rápidos, por cualquier flanco del campo. La construcción italiana era absolutamente insustancial. De realidades, goles, chuts u ocasiones, nada.
Prandelli se fue desmelenando y quitó a Marchisio por Cerci. El planteamiento era decididamente valiente, quizás demasiado. Fue sustituyendo los cinco centrocampistas por atacantes en veinte minutos, con un punto de desesperación. Alcanzada la media hora de juego, Costa Rica no había sufrido. Keylor Navas da una enorme seguridad a la defensa. Tiene una jurisdicción fuerte, por decirlo de alguna manera, sobre los balones que le rondan por el área. E Italia era, fundamentalmente, la rapidísima conexión Pirlo-Cassano. Demasiado evidente. No dominaba el juego con claridad, ni conseguía gran peligro. El ataque de Italia era desorganizado y Pirlo brilla menos desprotegido. Es un estilo de mando que requiere guardia pretoriana. Costa Rica le dejaba la iniciativa, que no se convertía nunca en monólogo porque, a cada poco, lanzaba una contra que destrozaba la estructura italiana.
No sé sabe por qué, pero Costa Rica es divertida de ver. Le salen las cosas. Luchan los balones. Triangulan hacia el ataque sin miramientos. Son atléticos, pujantes y organizados.
A cinco minutos del final, los elegantes tifossi refugiaban las miradas de preocupación tras elegantes gafas de sol. Prandelli, de cuclillas al borde del área técnica como ante un precipicio. En Pirlo el rictus de sufrimiento ya era de verdad.
Ni una ocasión de gol pudo conseguir Italia. Quería La Gazzetta el cetro del tiquitaca. Pues no. Esto es una devastación. El fútbol no admite sucedáneos. En el grupo de las campeonas del mundo, manda Costa Rica. La selección de los que no tengan selección.
