Antes de que nadie dijera nada, salió Íker Casillas para levantar la mano y asumir su error. El portero de la selección española estuvo irreconocible en el estrepitoso debut del Mundial contra Holanda, superado hasta en cinco ocasiones y cometiendo errores de bulto en algo de los goles. «He hecho un partido horrible, el peor en la selección», admitió el capitán, que pese a todo quiso ejercer y exhibió el brazalete en una arenga para alzar la moral del vestuario.
Casillas estuvo hablando durante un buen rato en el vestuario del Arena Fonte Nova de Salvador de Bahía, el primero en asumir sus errores y en tratar de pasar página cuando antes. «Dio una prueba de capitanía, de compromiso con la selección. Cuando llegué de la rueda de la prensa él estaba hablando con todos con un silencio solemne. Se culpaba de algunas cosas, pero ponía las bases del futuro. Sabe que mucha gente está detrás de nosotros y actuó de capitán. Me pareció un discurso positivo, majo y útil», desveló Del Bosque.
Fue, efectivamente, la peor noche del guardameta con España, desbordado en todos los sentidos. El equipo espera cuanto antes el regreso del buen Casillas después de una etapa intermitente, afectado por ese nuevo rol que ha tenido que asumir en el Real Madrid. Él que ha sido el mejor de siempre, titular indiscutible hasta que le sentó Mourinho, trata ahora de reconciliarse con su oficio mientras los compañeros le regalan piropos. Sigue siendo uno de los más queridos.
Dicen los que le conocen que está tranquilo, que digirió bien el tortazo de Holanda y que noches como esa le ayudan a crecer aún más. Pero su última actuación fue la de la final de la Champions y ahí tampoco estuvo especialmente bien, humanizado por una salida a destiempo que derivó en el gol de Godín. «Está afectado como todos, pero le veo bien y con ganas», resumió Sergio Ramos en un intento de proteger a su amigo.
Aunque Del Bosque anuncia cambios, se descarta que pueda tocar a Casillas. El seleccionador siempre ha confiado en él, incluso cuando no ha tenido presencia ni ritmo de competición, y que salga del equipo supondría un debate incontrolable. Lejos de cuestionar su titularidad, lo que quiere Del Bosque es que sea el de siempre, ese portero tan genial, el Casillas de toda la vida.
En la sesión vespertina del sábado, el día después del varapalo, una imagen habla por sí sola. Antes del trabajo, y durante quince minutos, Casillas y Del Bosque se reunieron de forma improvisada en el campo de entrenamiento de Curitiba para analizar la situación. Uno es el que manda y el otro el líder del grupo. Juntos deben transmitir su confianza al grupo para pensar en los octavos de final. Ganando los dos partidos, y siempre en función de los goles, las cuentas salen.





