Madrid

Grosso Napoletano

5.5 /10
Precio medio
20€
Dirección
Hermosilla,85
 Grosso Napoletano

No todas las pizzas son iguales. La napolitana es de masa esponjosa, como la de un buen pan, con los bordes gruesos y dorados, y más ligeras, cuando están bien hechas, de lo que mucha gente supone. Por el contrario, las que se elaboran en Roma y en el norte del país tienen una masa muy fina y crujiente. En Madrid se ha popularizado bastante más el estilo romano. Si buscan la napolitana la encontrarán en Grosso Napoletano, con dos locales en la capital, uno en la calle de Santa Engracia y otro este de Hermosilla, enfrente del Mercado de Torrijos. Su propietario, un español enamorado de la pizza recorrió durante varios años las pizzerías de Nápoles para estudiar sus masas y sus recetas clásicas antes de emprender esta aventura empresarial.

En Grosso Napoletano trabajan “pizzaioli” napolitanos con ingredientes que en buena parte proceden de Italia. Estos profesionales manejan la masa de harina frente al público. Pizzas hechas a momento que se cuecen a 500 grados centígrados durante un minuto y medio en un horno de leña de piedra refractaria traído desde Nápoles que pesa 2.500 kilos y que puede verse desde todo el comedor. Todo en un ambiente muy informal que recuerda bastante al de las genuinas pizzerías que hemos podido visitar en Nápoles, aunque adaptado al gusto español. El resultado son pizzas muy correctas, con masa fina y elástica y bordes gruesos y esponjosos.

En su variada oferta no falta la imprescindible margarita, que recoge los tres colores de la bandera italiana: rojo del tomate, blanco de la mozzarella y verde de la albahaca. El tomate que se emplea en esta casa es el San Marzano italiano, que aporta un toque de calidad. Son en total diez las pizzas en carta. Hay además, a la hora de los postres, otra con Nutella y crema de mascarpone apta sólo para los muy golosos. Además de la margarita destacan la diávola, aunque resulta algo menos picante de lo esperado; la de prosciutto y champiñones; y la Cantábrica, con anchoas, tomate, aceitunas y ajo blanco. Prescindible la Borghese en la que se emplea una base de crema trufada que recuerda demasiado al aceite sintético de trufa. Antes, para abrir boca, algunas entradas muy italianas: burrata, mozzarella con tomate y aguacate, carpaccio de solomillo; una recargadísima ensalada de pollo, y un vitello tonnato mejorable y que llega a la mesa excesivamente frío. Entre los postres, la citada pizza de Nutella y mascarpone, y un tiramisú muy poco ortodoxo al que se añade té matcha, una concesión a las modas. Para beber una breve carta de vinos con escaso interés. La cerveza es mejor opción.

No cierra.