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Coronavirus en Córdoba

Las voces de los párrocos de Córdoba: «Al ver que hay personas con el frigorífico vacío, duele el corazón»

Seis curas, en primera línea de batalla contra los efectos de la crisis, cuentan cómo combaten las iglesias contra ella

Antonio Reyes, párroco de Santa Teresa, durante la organizació de un reparto de alimentos VALERIO MERINO

Davinia Delgado

Seis párrocos relatan a ABC cómo están combatiendo desde las iglesias de Córdoba los devastadores efectos económicos de la crisis, que está llevando a muchos ciudadanos a tener que pedir ayuda para comer . El primer testimonio llega del Parque Figueroa y no puede ser más contundente.

« Duele el corazón al acudir a la casa de los feligreses y comprobar que tienen el frigorífico vacío y muchas bocas que alimentar ». Quien así se lamenta es el párroco de Nuestra Señora de la Asunción (pertenecientes al citado barrio), Ángel Roldán, que, como la mayoría de los curas de la ciudad, se ha visto desbordados ante la avalancha de personas que necesitan ayuda urgente. El padre Ángel asegura que «estamos atendiendo a 130 familias, cuatro veces más de lo habitual. Tratamos de cubrir sus necesidades básicas : alimentación e higiene, y todo gracias a la caridad, a los donativos de los ciudadanos», señala Roldán, quien pensaba que la situación se estabilizaría, «pero en estos primeros días de mayo nos han llegado cuatro familias más y todo apunta a que el goteo de necesitados no va a parar».

Varias personas recogen alimentos en Nuestra Señora de la Asunción (Parque Figueroa)

El arciprestazgo al que pertenece este templo, Noroeste, es uno de los más azotados por la crisis del Covid-19. «C ontamos con varios grupos de reparto que se organizan citando a las familias para que recojan la comida con todas las medidas de seguridad. La gente está en una situación insostenible: no llegan los pagos a los afectados por los ERTE, ni ayudas», manifiesta este párroco.

«Hay quien duerme en el coche y alquila su piso»

Por su parte, el párroco de la Sagrada Familia y arcipreste del área Transbetis-Sector Sur, Rafael María Santiago, alerta del «desbordamiento de personas que no tienen para comer» . Los casos que llegan a su iglesia se han multiplicado: si antes asistían a unas 80 familias, ahora rondan las 190. «La situación en esta zona de la ciudad está siendo muy complicada. Nos llegan muchos matrimonios de entre 30 y 45 años que estaban trabajando y con toda esta crisis se han visto en sus casas sin ingresos; o mujeres que limpiaban en otros domicilios y se han quedado sin nada», relata.

Entre los casos que más le han impactado , el párroco cita el de una familia «que para poder vivir duerme en su coche y tiene alquilada su vivienda . Con lo que sacan pagan deudas y comen»; o el drama de muchas madres «que han llegado con sus hijos llorando y diciendo que tienen hambre».

Este presbítero lamenta que también haya quienes quieran aprovecharse de esta situación . «Hace unos días, un párroco de otro templo de la zona me contaba que en el reparto de alimentos, una señora, nada más recibir su lote, lo vendió en la puerta de la iglesia por 10 euros. Este tipo de cosas son inevitables».

La entrega de los productos se realiza en tres grupos. Los voluntarios van llamando a las familias y las citan el día anterior «para que no haya aglomeraciones y podamos cumplir con las recomendaciones de la normativa». apunta. Cada lote está adaptado al número de miembros. «También t enemos a varias ancianitas y les hemos comprado unos carritos para que no tengan que ir cargadas », relata Santiago, que insta a ayudar a los que no tienen, «como si fuesen Jesucristo necesitado. Cuando muramos serán los pobres los que nos abran las puertas del cielo».

Santas Margaritas: «La situación es dramática»

Cambiar de barrio solo sirve para eso, porque los testimonios siguen calcándose. Desde que estalló la crisis del coronavirus, unas ochenta familias son citadas en diferentes turnos cada semana para recoger los lotes de comida que reparten los voluntarios de Cáritas Parroquiales en las Santas Margaritas (en concreto, en un local con que cuenta la iglesia). El párroco de este templo, Antonio Caballero, explica que, además de lo que aporta el Banco de Alimentos, «nosotros también compramos pañales y otros productos; facilitamos, igualmente, vales de comida que se pueden hacer efectivos en un supermercado con el que tenemos un convenio, para que así puedan adquirir productos frescos».

Desde que se decretó el confinamiento están llegando «muchas personas que se ganaban la vida en los mercadillos o con pequeños negocios que han tenido que cerrar », relata Caballero, quien se muestra a favor de que el Estado «apruebe una renta básica para quienes no cuentan con ingreso alguno. Todos tenemos derecho a vivir dignamente».

Pero la labor de esta parroquia no acaba aquí . «Tratamos de echar una mano en lo que podemos. Por ejemplo, en vísperas de la Semana Santa, con la crisis ya presente, una madre nos pidió ayuda porque se le había roto la televisión. Confinada y con tres hijos pequeños, imagine la situación. Y, claro, le compramos una; ayer mismo atendí a otra feligresa que no tenía para pagar al fontanero».

Este párroco cree que, como en la crisis de 2008, «la familia volverá a ser el colchón que amortigüe la catástrofe . Los abuelos o cualquier miembro que pueda sustentar al resto lo volverá a hacer».

El testimonio del cura de la parroquia de Santa Teresa en la calle Previsión , Antonio Reyes, arranca admitiendo que «no damos abasto» , pero gracias a labor de los voluntarios y a la caridad «hacemos todo lo que podemos por quienes más lo necesitan. En esta zona hay muchos inmigrantes que viven en pisos patera y se han quedado en la estacada». Además, reconoce la «extraordinaria labor» de los Servicios Sociales en el distrito de Poniente Sur, «y la entrega de nuestros feligreses, entre ellos, cabe destacar a los más jóvenes, que aportan 5 euros de su paga para ayudar a los que menos tienen».

Antonio Reyes, cura de Santa Teresa, prepara con voluntarios el reparto de alimentos V. MERINO

Desde este templo se presta ayuda a más de un centenar de familias , ya que se encuentran dentro de la plataforma de apoyo «Todos por Córdoba», impulsada por el Ayuntamiento. «Vamos citando de quince en quince, y tres personas se encargan del reparto, explica el párroco, que alerta del gran número de fieles que llegan pidiendo que se salve su anonimato y se «respete su dignidad. Son los que llamamos nosotros pobres vergonzantes. Es la primera vez que se ven en una situación así y no quieren que se conozca».

Por otro lado, la colaboración del barrio está siendo encomiable. «Desde el Banco de Alimentos nos hicieron llegar carne y los mismos negocios del barrios nos brindaron sus cámaras frigoríficas hasta que la repartimos», explica.

N. Sra. Belén: «llegan parejas con hijos sin nada»

El caso de la parroquia de Nuestra Señora de Belén es llamativo. Antes de que estallara la crisis sanitaria, su cura, Juan José Romero , inició los trámites para formar parte de las Cáritas Parroquiales, «pero esto del coronavirus nos ha obligado a ponernos las pilas» , si bien, de momento, se están organizando con la ayuda de los fieles. En este sentido, la iglesia ha puesto en marcha una campaña bajo el título «Belén, casa del pan» para pedir la colaboración de los cordobeses, que pueden ayudar con donativos, alimentos no perecederos y productos de primera necesidad (el número de cuenta se puede consultar en https://www.facebook.com/ParroquiaNtraBelenCordoba/ ).

El 95 por ciento de las personas que llegan pidiendo ayuda « necesitan comida . Hemos pagado algún recibo, pero algo puntual», explica el párroco. En su caso, explica que «asistimos a muchas familias desestructuradas y a jóvenes, en su mayoría. Muchos de ellos con niños pequeños a su cargo. Es muy triste escucharlos decir que piden ‘por sus hijos’». En Nuestra Señora de Belén también se proporcionan vales de compra: «Ayudamos como podemos ya que hay casos muy urgentes».

Parada final en Cañero

Este recorrido concluye en la parroquia de San Vicente Ferrer , en el barrio de Cañero , que venía asistiendo, desde antes de que estallara la crisis, a una cuarentena de familias . «Ahora son ya 54 , y todas las semanas nos llegan dos o tres más», explica el párroco y, a la par, arcipreste de la zona de Cañero-Fuensanta-Levante Sur, Pablo Garzón. En esta área, la próxima al templo, siempre han existido significativas bolsas de pobreza en los solares de San Rafael que ahora, con la actual coyuntura, han visto empeorada su situación. Como el resto de iglesias de la ciudad, la ayuda se centra fundamentalmente en llenar el frigorífico de quienes menos tienen.

El párroco de San Vicente Ferrer, preparando alimentos para su posterior reparto V. MERINO

«Pero también hemos ayudado a pagar algún alquiler o una cuota de la hipoteca ». Familias con hijos, desestructuradas, que viven de la economía sumergida o en precario (dados de alta pocas horas) conforman el grupo principal de quienes no tienen más remedio que vivir en estos momentos de la caridad. «Estamos muy bien organizados porque aquí las Cáritas Parroquiales cuentan con unas buenas raíces», señala el párroco. Como en el resto de iglesias, se atiende con cita previa y por teléfono. Aunque quisieran hacer un seguimiento más personalizado, «ahora, no es posible; lo prioritario es ayudar», concluye.

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