Desde los años 90, Xosé Manuel Beiras dejó de ser solo un político más para convertirse en un ídolo de masas entre la juventud gallega. Fruto de sus más de 50 años dedicados a la política, el histórico dirigente nacionalista logró crear a toda una estirpe de jóvenes con los que no hacía falta utilizar carta de presentación.
Beiras se hizo mito entre los hijos de antiguos militantes y dirigentes del Bloque y entre los recién convertidos defensores del BNG, cuando todavía ser nacionalista «era una moda». Lo veneraban y él, después de conseguir lo que muchos definen como «una venganza contra Paco Rodríguez», exsecretario de la UPG, les falló.
«Una cacicada y un traidor». Eso es, tal y como relataron a ABC miembros de Compromiso por Galicia (CxG), lo que Beiras amañó y consintió en las negociaciones mantenidas entre Anova -su agrupación-, Esquerda Unida y CxG, cuando todavía se abría la puerta a un pacto a tres bandas. Unas reuniones que, en la práctica, solo se produjeron entre Anova y EU, quienes en todo momento marcaron las reglas a seguir.
«Mientras nosotros celebrábamos las asambleas, el frente común seguía abierto, pero cuando más del 57 por ciento de la militancia de CxG aceptó crear una coalición técnica, EU nos vetó, a pesar de que Beiras aseguró que expulsaría a los que impusieran vetos», puntualizan desde Compromiso. Y en la supuesta negociación final, esa que se prolongó hasta altas horas de la noche, ni siquiera apareció EU, que excusó su falta por problemas personales de Yolanda Díaz.
Beiras, que prometió un frente «amplio y plural» con el que luchar contra el PP, prefirió consensuar un pacto con una organización comunista y de corte «españolista» en vez de con una de su propia ideología. Todo ello, según apuntan fuentes de CxG, para asegurarse su sillón en el Parlamento gallego, un extremo que el propio Beiras negó el sábado.
Sin embargo, sus antiguos admiradores ya no le creen; son demasiadas promesas que nunca se vieron cumplidas. La primera de ellas llegaba días después de la asamblea de Amio, donde el líder nacionalista estrechó los lazos con los miembros integrantes de la agrupación dirigida por el diputado Carlos Aymerich, +Galiza -muchos de los cuales formarían CxG-.
Allí, y en su calidad de paladín, ofreció garantías de un futuro mejor fuera del Bloque y alejados del autoritarismo de la UPG. Convenció a la mayoría. Apenas dos semanas después, Encontro Irmandiño, su antigua formación, celebraba una reunión en la que se decidió por aclamación abandonar el BNG.
Junto a Beiras, y como invitado de excepción, estaba Aymerich. Fundidos en un cariñoso abrazo -que para algunos militantes del BNG llegó a significar «la total ruptura» de la agrupación liderada por Jorquera-, se esperaba que el parlamentario continuase la senda marcada por Beiras. Aymerich convocó asamblea pero, ante un futuro incierto, decidió conservar su escaño.
«Tuvimos dos errores. El primero fue confiar en Carlos Aymerich y el segundo ver impasibles cómo Beiras confeccionaba asambleas sin nosotros. La culpa fue de ambos grupos, pero ahora, y viéndolo con perspectiva, deberíamos habernos quedado en el BNG hasta las autonómicas y así arañar algún alcalde con el que poder jugar», afirmaron fuentes de CxG a este periódico.
En una revancha personal para recuperar lo que él piensa que «el nacionalismo le debe, Beiras nos deja huérfanos de padre y de madre». Todo un grupo de jóvenes nacionalistas que, a día de hoy, no tienen ningún tipo de referente. Y cuando el fin de los días toque a su puerta, ya no se recordará al Beiras profesor, mentor o padre, sino al político que antepuso sus ansias de poder a toda una «generación perdida» de jóvenes nacionalistas abandonados a su propia suerte.





