La ex mujer de Fernando Torres Baena, principal acusado en el «caso Kárate», Edith V. se ratificó este viernes ante los magistrados de la Sala VI de la Audiencia Provincial de Las Palmas que juzgan el mayor juicio por pederastia conocido en España, en que su ex marido y procesado fue objeto de abusos sexuales continuados de pequeño por parte de dos vecinos del barrio donde vivía.
Así lo aseguró ayer entre sollozos y también en 2010 cuando afirmó al juez que instruyó la causa que tales abusos se los había confesado su esposo. Edith V., que en un primer momento estuvo imputada en la causa, al igual que el hermano de la acusada María José González, actual pareja de Torres Baena, fue exonerada de sus cargos tras ser declarados prescritos.
Tanto hace dos años como ayer, relató que su relación con Torres Baena empezó cuando contaba con 14 años y que contrajeron matrimonio con 16 años. «No había conocido casi nada y le admiraba porque era muy inteligente», declaró.
Baena y Benítez, enamorados
Sobre su ex marido, del que dijo que tenía un poder seductor «increíble», indicó que «todos se enamoraban de él» y que «nunca» vio que se forzara «a nadie para que se acostara con él».
Reconoció que ella se enfadaba con él por celos. «Había veces que me ofuscaba porque sentía celos y dolor. Por ver que otras personas estaban en mi casa compartiendo lo que más quería». Y Edith quería, además, «una vida normal», subrayó. Dos formas de entender la vida y la familia, también narradas en sus declaraciones anteriores, que desembocaban, tras sus enfados, en «conversaciones de horas y horas».
A pesar de todo, insistió en que «no podía soportar» que él no tuviera «suficiente» con ella, y que se sentía culpable por ello. Todo cambió cuando se dio cuenta que «él se había enamorado de Juan Luis -otro de los procesados- y Juan Luis se había enamorado de él».
Esta testigo, que admitió haber mantenido relaciones sexuales con menores en el chalet de Playa Vargas y con dos de los acusados -su ex marido y Juan Luis Benítez-, contó que «no pudo más» y decidió abandonar el estilo de vida que llevaba con su esposo. También porque sus hijos empezaban a tener la misma edad que otros jóvenes con los que ya mantenían relaciones sexuales durante sus estancias en el chalet de Agüimes.
Relaciones sexuales «libres»
Respecto de las relaciones sexuales que ella vivió entonces, rechazó que «todo el mundo se acostara con todo el mundo», sino que todo se producía «en un ámbito de libertad». Igualmente, negó haber sido «un cebo» para que Torres Baena consiguiera acceder sexualmente a otros alumnos del gimnasio, aunque tras leer el sumario del caso llegó a pensarlo. Como también que su ex marido se había convertido en un «pervertido» y en un «depredador sexual» después de que la Policía le comentara que Torres Baena habría podido abusar de uno de sus hijos.
«Me volvió loca -lo que le dijo la Policía-, y le odiaba -a Torres Baena- profundamente porque pensaba que era un loco y un depredador», confesó. Y negó que ella o sus tres hijos participaran o tuvieran conocimiento de los delitos que se le imputan a su ex cónyuge.
También rechazó que participaran en la supuesta secta sexual liderada por el principal acusado, a pesar de que otros testigos hayan contado a lo largo del juicio episodios en los que alguno de sus hijos estaba presuntamente involucrado en relaciones sexuales ocurridas en Vargas, y de que su hija se desplazara a la vivienda de Playa Vargas y comenzara una relación sentimental con 15 años con un chico del gimnasio. Sus hijos también niegan todos los extremos.
Aunque en el auto de procesamiento incoado en 2010 por el juzgado de instrucción número 7 de la capital grancanaria se señala que las «víctimas» 47 y 53, un chico y una chica, respectivamente, pupilos del gimnasio Torres Baena, manifestaron que mantuvieron relaciones sexuales de distinta naturaleza con Edith, esta afirmó ayer que «jamás» ha sostenido relación sexual alguna con una mujer.
En la jornada de ayer también prestó declaración una monitora de danza despedida del gimnasio tras intentar saber qué les había sucedido a las testigos 42 y 53 en Vargas.