Pasar suspendido tres días sin comer ni dormir recibiendo rayos eléctricos de un millón de voltios es la última pero no la única locura del ilusionista, mentalista -y showman en general- David Blaine. Estas son algunas de sus principales «hazañas»:
Enterrado vivo (1999)
Con solo 26 años, David Blaine se metió en un sarcófago transparente en un tanque enorme que fue rellenado de grava. Permaneció allí durante siete días, con el único sustento de tres cucharadas de agua diarias y un pulsador para pedir ayuda si no aguantaba hasta la fecha señalada. Intentaba emular el proyecto que nunca pudo llevar a cabo su gran referente, Harry Houdini.
A la salida de la tumba, exitoso pero exhausto, declaró: «He visto algo muy profético, una visión de todas las razas, religiones, gentes de todas las edades, juntas. Y eso hace que todo haya merecido la pena».
Congelado en el tiempo (2000)
Menos de un año después, el ilusionista se aprisionó entre dos grandes bloques de hielo en Times Square (Nueva York) que lo cubrieron completamente. Respiraba por un tubo, por el que también bebía agua. Otro tubo inferior se encargaba de recoger su orina.
Blaine aguantó en este encierro helado durante 63 horas, 42 minutos y 15 segundos. Su excelente estado físico previo a la prueba se vio seriamente mermado: tras la liberación, fue conducido a un hospital y tardó un mes en poder volver a caminar.
Vértigo (2002)
Blaine ideó esta vez un espectáculo alejado de cajas en las que quedarse aprisionado. Elevó una columna de 30 metros de altura y con solo medio metro de anchura en un parque de Nueva York y se subió encima, sin arnés. Solo tenía un par de asideros a ambos lados para usar en caso de viento fuerte.
Allí permaneció durante 35 horas hasta que puso fin a la proeza saltando desde lo alto a una pila de cajas de cartón, al pie de la enorme columna. En el impacto sufrió una conmoción cerebral leve.
Sobre el Támesis (2003)
El mago se trasladó hasta Londres para esta peculiar prueba, que consistía en pasar el máximo tiempo posible suspendido en una caja de plexiglas sobre el Támesis, con una webcam a través de la cual podían seguirse sus progresos en internet. Tomaba 4,5 litros de agua al día y no comió ningún alimento durante su encierro. Aguantó 44 días.
A su salida pesaba 24,5 kilos menos (había entrado casi con 100) y solo pudo decir, con un hilillo de voz, antes de ir al hospital, «os quiero a todos». Y ello pese a que algunos atacaron su caja lanzando huevos, limones, salchicas, latas de cerveza, pelotas de golf y hasta orín de mono.
Ahogado vivo (2006)
Meterse en una esfera de 2,4 metros de diámetro rellena de agua fue el nuevo reto de Blaine. Permaneció allí, en el Lincoln Center de Nueva York, durante siete días seguidos. Respiraba y comía por tubos, por lo que no sufrió esta vez hambre, aunque los médicos detectaron el sufrimiento de su piel y un episodio de insuficiencia hepática.
Para terminar el número, el estadounidense intentó batir el récord del mundo de aguantar la respiración bajo el agua. Para añadir mayor dramatismo, fue esposado y encadenado. Sin embargo, cuando quedaba más de minuto y medio para superar la marca fue liberado, incapaz de despojarse de una de las esposas. Estuvo 7 minutos y 12 segundos sin respirar.
Dos años después, sin embargo, se desquitó consiguiendo su primer Récord Guinnes, el de apnea con oxígeno asistido (recibiendo este gas en estado puro minutos antes de la prueba): aguantó la respiración durante 17 minutos y 4 segundos.
El h0mbre del revés (2008)
El último gran show de Blaine hasta el de este fin de semana tuvo lugar en Central Park (Nueva York), donde quería permanecer colgado boca abajo durante 60 horas.
El espectáculo fue polémico, debido a que, cuando las cámaras desaparecieron del lugar, el ilusionista recuperó su verticalidad normal cada hora para pasar chequeos médicos. Durante la prueba, en la que tampoco comió nada, sufrió riesgo de ceguera y otras complicaciones.
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