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«Nuri» corre sobre la hierba a tres patas. La mano derecha la mantiene en el aire. La herida del dedo central, en el que perdió la uña, cicatriza bien, pero la osezna todavía cojea. Está inquieta. Aún no se ha adaptado a su nueva situación. Hasta hace unos días vivía en semilibertad, entre los otros osos de Cabárceno, siempre en tensión por miedo a los ataques de los machos adultos. Ahora está en un recinto más pequeño. Se siente extraña. No hay peñas en las que refugiarse. Y ella es una escaladora nata. Hay un oso enfrente, aunque éste no asusta. Es ‘Aragón’. La observa con curiosidad desde el otro lado de la verja. Ha pasado gran parte del día ahí plantado, nervioso, sin dejar de mirar a su vecina. Información en el blog Vida de estos animales.
‘Aragón’ no pierde de vista a la pequeña intrusa. Está en ‘su’ terreno. Él disfrutaba de las dos parcelas hasta que cerraron las puertas que las comunican. Fue hace unas semanas. Entraron unos hombres y construyeron una caseta muy parecida a la suya. Ahora ya sabe para qué. Hoy han traido a esa osa tan pequeña, que no para quieta y sólo usa tres patas. No sabe si enfadarse o celebrarlo. Se sienta a vigilarla cerca de la valla y ella también se aproxima, pero con cautela.
‘Nuri’ echa de menos las peñas a las que su madre la enseñó a trepar desde que era diminuta. Fue, con diferencia, la más pequeña de todos los oseznos nacidos en el parque el año pasado. Era hija única de una hembra primeriza sin mucha leche. No tenía muchas posibilidades de sobrevivir, pero lo consiguió, en gran medida por su habilidad para subirse a los riscos más escarpados a la mínima señal de peligro, guiada por su tenaz progenitora. Pero con un año y cinco meses, ya llevaba unas semana destetada y su madre ya no estaba con ella. A la osita se la veía desvalida, con dificultades para conseguir comida. Cojeaba y pasaba las horas encaramada en los peñascos. La información completa en El Diario Montañes en el blog Vida de estos animales.