La idea del feminismo falla cuando se pincha una rueda. O cuando una rubia es atacada por una turba de hombres haciendo la revolución. En la resaca de la revolución, cuando la chica cubría el ambiente tras la renuncia de Mubarak. Y parte de la turba que había hecho la revolución decidió cubrirla a ella. No obstante, Lara Logan, la corresponsal de la CBS estadounidense agredida en la cariota plaza Tahrir, ya en casa con su marido y sus dos hijos, se ha declarado indestructible y ha jurado que va a regresar pronto al trabajo. Perseverando en el error. Barack Obama la llamó el miércoles para expresarle su gran preocupación por el brutal ataque sexual que había sufrido el viernes anterior en Egipto. El presidente debe de creer también en la igualdad de hombres y mujeres.
D Muchas de las fotos difundidas de la corresponsal de guerra sudafricana la muestran con chaleco antibalas y casco. Como si eso sirviera de algo para los peligros de toda la vida. En la guerra y en la paz. ¿Pero por qué hay tantas mujeres que piensan que están a salvo? ¿Cuándo han bajado de la guardia? En «La maldición de Eva», Margaret Atwood recuerda que los hombres temen de las mujeres que se rían de ellos y las mujeres temen de los hombres que las maten. Pues claro, para eso corren más, suelen ser más altos y estrangulan mejor, como recuerda la escritora canandiense. Aun así, en lugar de mantenerse al margen o en alguna zona de confort aparente (como Emily Dickinson, encerrada en su casa), las mujeres no han cesado en su tonto afán de ingresar en el medio profesional masculino. Y han querido ser ministras, militares, guardacostas, corresponsales de guerra o antropólogas. Como si no hubiera precio. Antes de que Margaret Mead se hiciera una estrella, su maestra Ruth Benedict tuvo una discípula que se internó en las reservas indias para una investigación. Fue violada y asesinada por un piel roja. Pero, vaya, no hace falta un estudio de campo para concluir determinadas cosas sobre el ser humano masculino y su evolución biológica.
En sus extremos, que también hay señores civilizados, el ser humano masculino puede acabar en multitud feroz del Cairo o en Berlusconi. Aunque Berlusconi no puede ser de esos hombres que temen que las mujeres se rían de ellos. Esa cara, ese pelo o esas pestañas rizadas lo impiden precisamente porque provocan la sonrisa. Es un poco la idea de los Manos de topo cuando cantan lo de «Ese escote te impide ser buena persona». A Berlusconi, el rímel consciente le impide temer la risa de las mujeres. Le inhabilita para ello. Pero sí sirve de ejemplo del objetivo histórico de los hombres: tirarse al máximo de tías posible sin cargar con una familia, como dice Michel Houllebecq en su epílogo a «SCUM Manifesto» de la feminista Valérie Solanas (recogido en «Intervenciones», Anagrama).
A Berlusconi lo van a juzgar tres mujeres. Y parece que ya lo hayan condenado, a tenor de los titulares de prensa y la alegría que este asunto ha provocado en las mujeres que se echaron a la calle para protestar contra Berlusconi y el berlusconismo de bragueta y reparto de cargos «bunga-bunga» mediante. Un millón de mujeres (con algunos hombres), en Roma. Unas treinta en Madrid. Tres magistradas presidirán el tribunal que va a juzgar a Berlusconi por delitos de abuso de poder e incitación a la prostitución de menores (por el caso Ruby). Tres magistradas, también en un mundo de hombres, que seguramente se atendrán a la ley y a las pruebas. Las togas sin escote les impiden ser mujeres, sólo son jueces.



