Sábado , 06-03-10
POR J. P.
CÓRDOBA. No hacía falta ayer subir hasta las Ermitas para acertar a entender cuál destino y cuál final. No hizo falta detenerse en la hornacina de la Sierra y ante la calavera que guarda para hacerle caso a su consejo y darle la espalda al pecado.
Pasaré de largo ante el mal, acechará la muerte y su gélida guadaña. Seguiré hacia el frente en esta Sierra de lentisco e iris donde aguarda otra calavera como en la que un día habré de verme para llegar hasta Ti, Señor.
Señor que en Córdoba invitó a la fe y llamó a la reflexión de quien acudía a besar su pie, de quien corrió a besar su mano el primer viernes de marzo y primero de los tres que marca en rojo el almanaque de la ciudad cada Cuaresma y Semana Santa. Vendrá otro de Via Crucis y y de Dolores, y un tercero de llanto y espanto por ver sobre un leño seco al Leño Verde exhalar la vida.
En San Lorenzo había que pasar ante la atenta mirada de la muerte y el pecado para besar el pie del Santísimo Cristo del Remedio de Ánimas, Así lo quiso la hermandad que le rinde culto y que celebra hasta mañana en San Lorenzo el funeral «más grande la historia de la Humanidad. El funeral de la propia muerte», según se leía en el escrito repartido para explicar el significado de la escena.
Entre paños y terciopelos negros se celebra el funeral en el que Cristo es centro, principio y fin, y vencedor de la muerte, representada a su izquierda por un esqueleto con guadaña y clepsidra; y vencedor del pecado, que la cofradía del Lunes Santo escenificó sin rostro con un cofre con las riquezas materiales, la serpiente y la manzana.
La escena aparente «de muerte y desesperanza» es en realidad un paisaje de vida por la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, a los que «no debemos temer porque Él nos marca el camino con la luz», según explicó la cofradía, que dispuso 22 faroles para marcar esa senda.
La reflexión que empezó en San Lorenzo llegaba hasta los Trinitarios, templo de la devoción más pura y arraigada a un Dios que tiene en sus manos apresadas el semillero de la fe profesada por todo un pueblo.
Es la fe sin aditivos que no entiende de cirios tiniebla mezclados con velas blancas ni quiere saber de retablos, exornos florales o túnicas mejor o peor bordadas.
La fe que invita a la meditación sobre por qué a las cuatro y media, una hora intempestiva tras una mañana de colas y antes de una tarde similiar, había tres mujeres llorando ante el que llama Córdoba su Señor. Cuántas lágrimas más no le ofrecerían como flores le regalaron. Por qué de rodillas sin reclinatorio y por qué un viernes más de todos los que tiene un año, aunque este fuera especial. Por qué su fidelidad al Cautivo que ayer cedió el camarín a la Virgen de la Amargura. Sólo Córdoba lo sabe.
El Rescatado trasciende su barrio, su templo y también a su cofradía, que dispuso jarras de iris morados y ramos pequeños de rosas rojas.
No había que ir muy lejos para quedarse casi a solas con Dios también físicamente. En Salesianos, el Divino Salvador esperaba entre iris y claveles rojos al fondo de la oscuridad en la que quién no se sintió alguna vez. La misma oscuridad que parecía prenderlo en la penumbra de cuatro ciriales al tiempo que daba sus manos mirando a la Virgen de la Piedad. Ya le mostraba la corona de espinas que alguna vez le pusimos quienes nos inclinamos ante Él y luego pedimos auxilio a la que a Él se lo daba desde el altar mayor desde por la mañana.
Más tarde, otras cofradías celebraron los cultos que concluirán mañana. Las Angustias su septenario, la Esperanza el quinario al Señor de las Penas, la paz al Cristo de la Humildad y Paciencia, y la Agonía a su Crucificado.
El primero de los viernes de marzo se fue con las marchas que la banda «Calíope», de Fernán Núñez, interpretó en el segundo concierto en las iglesias fernandinas en San Nicolás de la Villa.

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