Viaje a la economía sumergida
Una mujer trabaja en un taller sumergido / JUAN CARLOS SOLER
Domingo , 24-01-10
Varias mujeres inclinadas sobre la máquina de coser en una casa de planta baja, con las ventanas abiertas de par en par en una céntrica calle de Elda, o en talleres clandestinos escondidos en medio de la huerta, en alguna pedanía apartada de Elche.Una vez por semana, una furgoneta sin rótulos se detiene ante su puerta para descargar, en varias sacas, los componentes del calzado que coserán las aparadoras y recoger las piezas ya montadas.
Mientras las cifras del paro se disparan, la economía sumergida engorda y se convierte, cada vez más, en refugio para miles de trabajadores que han perdido su empleo.
«Hace más de una década se pagaba mucho mejor, podías ganar unas 40.000 pesetas a la semana dedicando diez horas diarias. Pero ahora han cerrado muchas fábricas y también hay menos encargos», explica Isabel, que ha trabajado durante años en un taller clandestino de calzado.
Toda la familiaLa mayoría de las empleadas -sin estar dadas de alta en la Seguridad Social y sin derecho al subsidio de desempleo- son amas de casa, que contribuyen así a llevar unos ingresos extra a casa. También algunas muchachas, «aunque ahora prefieren trabajar en una tienda o de cajeras en el supermercado», dice Isabel.
En el taller se trabaja a destajo, de ocho de la mañana a diez de la noche con dos horas de descanso: se cobra a tanto la pieza. Allí se cosen los distintos componentes del calzado (como la pala, los talones o los forros) y se encolan las suelas.
En torno a una decena de empleadas, la encargada recibe los pedidos y reparte el trabajo. Otras optan por llevárselo a casa: «He llegado a juntarme con más de 500 pares», explica Isabel. «Trabajaba todo el día y si mis hijos estaban en casa, me ayudaban a limpiar los hilos o repasar las piezas».
Viaje a la economía sumergida
Trabajadores a la entrada de un taler / JUAN CARLOS SOLER
Esta actividad tiene también sus riesgos. «Las aparadoras utilizan colas, productos tóxicos e inflamables, y eso supone llevarte el peligro a casa. Muchas veces trabajan en lugares poco ventilados y pueden producirse accidentes por inhalación», advierte el secretario general de UGT en La Montaña-Valle del Vinalopó, Vicente Prieto.
Montando juguetesLos talleres clandestinos han surgido durante años, a la sombra de la industria del calzado, en municipios de la Vega Baja como Elche, Orihuela, Elda, Aspe o Petrer. Pero también recurren a esta actividad otros sectores como el textil. En el caso del juguete, cientos de familias obtienen unos ingresos adicionales montando componentes en casa en municipios como Ibi, Onil o Castalla, señala Prieto.
El representante sindical constata que «la economía sumergida y la clandestinidad están creciendo como consecuencia de la crisis. En ocasiones, en las propias fábricas. Muchos trabajadores se ven afectados por un ERE temporal y al cabo de pocos días vuelven a incorporarse a la empresa. Esta vez, trabajando sin contrato mientras cobran el subsidio del paro».
Otras veces, añade, «visitamos una fábrica y nos encontramos a 40 personas trabajando. Pero cuando pedimos el censo para celebrar elecciones sindicales, sólo una decena están dados de alta oficialmente en la plantilla».
Contrastando los datos de afiliaciones a la Seguridad Social con la Encuesta de Población Activa (EPA), surge la cifra de 260.000 personas que realizan algún tipo de actividad económica remunerada en la Comunidad sin estar dados de alta.
La punta del «iceberg»Durante el primer semestre de 2009 (últimos datos dados a conocer por el Ministerio), la Inspección de Trabajo impuso multas que suman 14,9 millones de euros a empresas de la región por infracciones en el mercado laboral que afectaron a 18.175 trabajadores.
Como consecuencia de estos expedientes, 6.157 personas que estaban trabajando de forma irregular fueron dadas de alta en la Seguridad Social y otros 3.854 obtuvieron un contrato indefinido. Pero es tan sólo la punta del «iceberg». «Algunos estudios indican que hasta el 45% de la mano de obra en la comarca del Vinalopó se halla en la economía sumergida», apunta Vicente Prieto desde la UGT.
La construcción también ha constituido durante años una de las grandes bolsas de empleo sumergido. «Hasta hace poco, podías ganar 2.000 euros al mes en la construcción, había mucho dinero negro, pero todo eso se ha acabado», constata un joven albañil que ahora ha conseguido un contrato temporal gracias a las obras del Plan E.
Si muchas fábricas de la industria manufacturera están echando el cierre a causa de la crisis y la actividad de la construcción se ha frenado en seco, ¿dónde encuentra refugio el empleo sumergido?Quedan las pequeñas actividades, desde los servicios de limpieza a las chapuzas a domicilio, que tradicionalmente escapan a la labor inspectora.

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