
Martes, 29-09-09
Dirán las crónicas de los años que vendrán que era una hermosa mañana de finales de septiembre, que nada en el ambiente decía que fuese un lunes laborable, que la vieja piedra gótica resplandecía como si la acabasen de colocar, que el pan de oro de las yeserías lucía como si le quisiera hacer competencia al sol que se metía por las ventanas rabioso y eufórico para resarcirse de tantos años de tiniebla y miedo.
Dirán las crónicas que los adjetivos se quedaban cortos, que las cabezas no podían dejar de mirar la riqueza luminosa de la cúpula, que había un ambiente de fiesta grande. Dirán las crónicas que hubo discursos de lógica satisfacción institucional y primeras bancas reservadas a las autoridades, pero sobre todo dirán que quien ayer recuperó la iglesia de San Agustín después de un cuarto de siglo fue el pueblo de Córdoba y en concreto el barrio que lleva el nombre de una iglesia que ayer, 28 de septiembre de 2009, nació para toda una generación de cordobeses.
Eran ellos quienes abarrotaban la iglesia más allá de las presencias institucionales y de los medios de comunicación, desde mucho antes de que al mediodía comenzase el acto de inauguración de la iglesia de San Agustín y de que el templo recobrase la normalidad perdida hace un cuarto de siglo.
Dio las doce la campana, aunque no fuera aquella de la que Teodomiro Ramírez de Arellano dijo que era la más sonora de Córdoba, pero aún así el pueblo, los vecinos de San Agustín que tanto tiempo llevaban esperando, empezó a conocer los detalles de la historia que tan bien conocía y a la que se ponía ayer un capítulo tan feliz como tardío para quienes no llegaron a verla otra vez esplenderosa.
Los detalles los dio la consejera de Cultura, Rosa Torres, quien recordó que la Junta de Andalucía ha invertido 3,6 millones de euros en la recuperación del templo y en la restauración de todos sus elementos artísticos de la época barroca: yeserías, pinturas y reposición de aquellas que estaban ocultas bajo la cal.
El pilar dañado
Hace unos años, y en colaboración con el Obispado, se había acometido la imprescindible obra de consolidación para un templo con riesgo severo de desplome por culpa del mal estado que presentaba uno de los pilares del crucero. Era 2004 y San Agustín empezaba a ver la luz que ayer se hizo del todo mientras la ornamentación lucía limpia y totalmente restaurada en el ábside, en los pilares y en casi todos los techos, en la torre y en todos los elementos e instalaciones que se han renovado.
Mucho antes habían pasado los duros años de cierre, el absoluto olvido institucional que concluyó cuando los ciudadanos dieron un puñetazo en la mesa. Hace más de una década, un grupo de vecinos y amantes del arte realizó una jornada de puertas abiertas para reclamar que se actuara en San Agustín y para clamar contra su abandono. José García Román era el presidente de esa Asociación para la Restauración Integral de la Iglesia de San Agustín (Aprisa) y ayer, exultante, casi no daba crédito a lo que veía. «Pensábamos que San Agustín se terminaría perdiendo. La principal impulsora fue la anterior delegada, Rafaela Valenzuela», recordoba.
El vicario general de la diócesis, Fernando Cruz Conde, elogió la intervención y el criterio de la Junta de Andalucía en la restauración y elevó un agradecimiento a Dios por haber inspirado la insólita belleza de la iglesia.
El poeta Pablo García Baena hizo un relato cuajado de vivencias de la niñez y recuerdos de San Agustín, que casi da sombra a la casa de la calle de las Parras en que nació. Habló del ambiente del mercado que rodeaba a la iglesia, recordó devociones y capillas y al llegar a la Virgen de las Angustias trazó un emocionado recuerdo al dominico Rafael Cantueso. «Será siempre agustina y éste es su barrio y ésta su casa», dijo.
La Gran Ausente, para muchos. Una vecina del barrio de toda la vida decía mientras miraba deslumbrada la cúpula del crucero: «Por fin la han restaurado. Sólo falta que vuelva la Virgen». Como ella, cientos de vecinos anónimos recorrían las naves pensando que aquel día, con San Agustín, habían recuperado una parte de sus vidas.


