El Ejército afgano tiene 80.000 soldados, cifra que la comunidad internacional espera triplicar. Necesitan entrenamiento en todas las disciplinas, menos en el armamento: «Montan sus armas con los ojos cerrados», apunta el teniente Corman, de los marines
Del kalashnikov al M16
MIKEL AYESTARAN Dos soldados afganos bailan durante la celebración del día de la Victoria de la Nación Musulmana, que conmemora la derrota de la URGS
«La mejor herencia de los rusos fueron sus armas, especialmente el kalashnikov. No se calienta, funciona en condiciones de extrema suciedad, se cae en la montaña y puedes seguir usándolo y si te quedas sin munición, puedes encontrarla en cualquier rincón del país». El coronel Mohamed Jan es el comandante del Kandak (batallón) de Laghman, que desde hace año y medio entrena bajo la supervisión de los marines estadounidenses. Tiene bajo su mando a «cientos de hombres» -no especifica el número por razones de seguridad-, y la enorme responsabilidad de controlar uno de los tramos clave de la carretera que une Pakistán con Kabul, por la que llega gran parte del suministro de las fuerzas de la coalición, una ruta que es objetivo de la insurgencia.
Con más de treinta años de experiencia en las fuerzas armadas afganas, Jan echa la vista atrás para recordar la etapa soviética en la que los rusos intentaron, sin éxito, reformar el ejército afgano. «Nos entrenaban para luchar contra nuestro propio pueblo y sus sistemas de adiestramiento no eran como los que usan los americanos. Quemaban mezquitas, arrasaban con todo lo que fuera necesario, y en el trato personal nos pagaban muy mal, eran poco disciplinados y no parecían motivados», recuerda este coronel que desde hace seis años ocupa un alto cargo dentro del nuevo Ejército Nacional afgano.
Mensaje de unidad
Pasa revista a sus hombres, que se han vestido de gala para celebrar el Día de la Independencia, fecha en la que conmemoran la victoria contra los soviéticos, y su discurso tiene un solo mensaje: «Somos un mismo pueblo y debemos permanecer unidos en la lucha contra la insurgencia». A su lado, el capitán Botanes, responsable de la unidad de marines en la base de Mehtarlam, sigue el discurso gracias a la labor de su traductor. Como ocurre en todo el este del país, los Marines son los encargados del entrenamiento directo de los soldados afganos y viven, literalmente, «empotrados» con ellos.
En Mehtarlam hay ocho de estos marines dedicados a esta labor, que califican de «fundamental» para la seguridad del país. El teniente Corman ve al soldado afgano «muy motivado y con ganas de ayudar al país, especialmente los más jóvenes», apunta desde la terraza de su barracón. Desde allí casi se puede tocar con la mano el alminar de la mezquita en la que rezan sus colegas afganos.
Necesitan entrenamiento en todas las disciplinas, menos en el manejo de las armas, ya que «son capaces de montarlas con los ojos cerrados», apunta Corman en referencia al mítico kalashnikov, el AK-47. Estos días han comenzado el adiestramiento en el manejo del M16 estadounidense, y «seguro que se acostumbran, pero este es un arma para mantenerla limpia si se busca precisión, y eso no será tarea sencilla». Los afganos se muestran abiertos al cambio y esperan que las nuevas armas les permitan batir a los insurgentes en combate, pero llevan varios años escuchando rumores de un cambio que no termina de llegar.
«Si estamos ahora con la OTAN, lo lógico sería usar su armamento», señala el coronel Jan. Los estadounidenses han equipado al Ejército afgano con vehículos blindados Humvee e incluso camiones antiminas MRAP, pero de momento apenas se ven fuerzas de seguridad locales con el fusil de asalto M16. «No es una decisión nuestra, esto viene de muy arriba, pero mi opinión personal es que si se manejan bien con lo que tienen, mejor dejarles», piensa el teniente Corman.
La Policía, menos preparada
En la actualidad el Ejército afgano cuenta con 80.000 efectivos y el plan de la comunidad internacional es que se triplique este número en los próximos años. Ha sido la institución más cuidada desde la caída del régimen de los talibanes y su efectividad y preparación está a años luz por encima de la de la Policía. Sin embargo, aún no se sienten fuertes y esperan «que la comunidad internacional siga mucho tiempo aquí para terminar de formarnos», comenta el coronel Jan antes de comenzar a dar palmas y dar así el inicio formal al baile para conmemorar la fiesta nacional.

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