
Actualizado Miércoles, 18-02-09 a las 14:55
Hitler era bastante maleducado a la mesa: se mordía las uñas, se pasaba continuamente el dedo por la nariz, devoraba pasteles y se perdía en sus pensamientos mientras el resto de comensales hablaban. Esos malos modales son descritos en un informe de la intetigencia británica ahora encontrado y que recoge el testimonio de un cercano ayudante del Führer.
“Hitler come rápidamente, mecánicamente, pues para él la comida es meramente un indispensable medio de subsistencia”, indica el informe, que el próximo mes sale a subasta después de haber sido hallado en una casa particular. A pesar de la expeditiva advertencia de su primera página -“destrúyase en el plazo de 48 horas”-, ese archivo confidencial fue conservado por un oficial de inteligencia, fascinado por el relato hecho en interrogatorios antes del fin de la guerra por un ayudante de Hitler en la “Guarida del Lobo” (cuartel general en Prusia Oriental, hoy Polonia).
El informante, identificado sólo con las siglas de prisionero de guerra, compartió mesa con el dictador nazi en una treintena de ocasiones, durante los siete meses de 1943 que pasó junto al dirigente nazi, según lo publicado por “The Times”.
“En la mesa muestra una conducta más bien grosera. Abstraídamente se muerde las uñas de los dedos, se pasa el índice una y otra vez por debajo de la nariz, y sus maneras son chocantes”, indica el relato, que recuerda los hábitos alimenticios ya conocidos del Führer: prefería el té de hierbas al café y sólo comía verdura y fruta cocida, además de devorar “prodigiosas cantidades de pasteles”, hecho que contribuía a su “desorden digestivo”. Extrañamente asegura que Hitler bebía uno o dos vasos de cerveza durante la comida; generalmente se creía que había dejado el alcohol en 1931. No fumaba y prohibía que se fumara en su presencia durante los ágapes.
También se hace referencia a su manera de hablar, que de tono de “suave barítono, sin la desagradable estridencia de sus discursos públicos” que empleaba en las comidas y sobremesas, pasaba una fiereza insultante y llena de rabia cuando algún oficial le trasladaba malas noticias del frente.
En los interrogatorios, el ayudante negó cualquier especulación sobre una hipotética homosexualidad de Hitler, y atribuyó el hecho de que su relación con Eva Braun fuera platónica a la conocida afirmación del dictador de que si se casara los deberes familiares entorpecerían sus obligaciones con la nación alemana.

