Medioambiente

El ingeniero aeronáutico que impulsa la agricultura en la Luna

José María Ortega
Fundador de Green Moon Project

Vídeo ABC

Charo Barroso

Si Matt Damon, quien encarnaba el papel del astronauta abandonado en el planeta rojo en el filme ‘Marte’ de Ridley Scott, hubiera conocido a José María Ortega, seguro que habría tenido mucho más fácil mantener su huerto marciano en perfectas condiciones. Porque este joven ingeniero aeronáutico, es uno de los fundadores del proyecto Green Moon Project, la iniciativa española para cultivar plantas en la Luna. Y es que, en un planeta sobreexplotado, la mirada está puesta ahora en el espacio y tanto potencias mundiales como empresas privadas se suman a una carrera contrarreloj por obtener recursos fuera de la Tierra, desde extraer minerales estratégicos hasta cultivar plantas y alimentos en la Luna. Agricultura espacial que tiene la mirada puesta en futuros asentamientos humanos de los que a José María —aunque sea en un futuro lejano— le gustaría formar parte. Desde Londres, adonde se ha trasladado este malagueño para trabajar en Airbus Space, nos cuenta en qué consiste Green Moon Project, iniciativa que gestó en la Universidad de Málaga junto a sus compañeros Julián Serrano, ingeniero de la energía, y el biólogo Gonzalo Moncada.

En 2016, Google Lunar X Prize anunciaba uno de sus grandes concursos para fomentar el desarrollo tecnológico: hasta 30 millones de dólares para aquéllos que consiguiesen llegar a la Luna, aterrizar y conducir un rover por la superficie lunar. “Nos presentamos al Lab2Moon, organizado por Team Indus, el equipo indio que se presentaba a este concurso. De los 3.400 proyectos, Green Moon Project estuvo entre los 15 finalistas, siendo el único equipo español seleccionado. Después dejamos un poco el equipo universitario y fichamos a más profesionales. Contamos con el apoyo del Instituto de Geociencias de España, la Red Nacional Española de Astrobiología y Planetología, InnoPlant, Gupo Herogra, Geoparque de la UNESCO de Lanzarote y Arquipiélago Chinijo… Hoy somos una decena de investigadores: ingenieros, biólogos, geólogos... tanto de instituciones privadas como públicas, con empresas especializadas en agricultura o en fertilizantes”, explica José María.

El objetivo de tan incesante actividad, que aúna geología planetaria, biología vegetal e ingeniería espacial, es enviar plantas a la Luna para estudiar cómo las condiciones gravitatorias y ambientales afectan a estos seres vivos para que los futuros astronautas o habitantes lunares puedan tener fuentes de alimentos propias.

“En la Luna la gravedad es seis veces menor que la terrestre, pero además tenemos una intensa radiación; y el problema de que entre el día y la noche lunar hay un gradiente de más 100 en positivo y más o menos 120 en negativo de grados centígrados, y se necesita una temperatura estable de unos 20 grados para que la planta pueda vivir”, explica este investigador. Por ello, el desarrollo tecnológico del módulo cápsula en el que viajarán a modo de mini invernaderos resulta vital: han de ser lo suficientemente resistentes y están equipados con leds que simulan la luz del sol y toda clase de sensores y actuadores para permitir el estudio de la vida vegetal en nuestro satélite natural.

Durante nuestra conversación, José María recuerda su pasión desde niño por el espacio, con su habitación llena de maquetas de aviones y naves espaciales, cómo acompañaba las cuentas atrás de los lanzamientos de las misiones espaciales, la emoción con la que vivió con diez años el lanzamiento de la misión Cervantes donde iba Pedro Duque o cuando ganó un concurso de la ESA cuyo premio fue poder preguntarle al comandante europeo de la Estación Espacial Internacional cómo se sentía cuando veía la Tierra desde el espacio. Es todo pasión y ciencia, porque después no se desvía un grado de la órbita de su objetivo y continúa explicando cómo los especialistas en geología de Green Moon Project han investigado cuál sería el terreno propicio para plantar las semillas: “El simulante regolítico lunar que hemos usado, fabricado por el IGEO junto con UCM, es muy parecido en sus características de composición físico y química al traído a la Tierra a bordo de la misión Apolo XIV de la NASA. Y ha sido fabricado con suelo volcánico de la isla canaria de Lanzarote”, explica.

Gracias a ello, en Granada ya se están realizando los ensayos biológicos para comprobar qué semillas crecen de forma más rápida y mejor en ese terreno. Se han hecho pruebas con lechugas, pimientos, zanahorias, tomates, espinacas… aunque, y tal vez para disgusto de los futuros habitantes de la Luna, son los rábanos los que mejor germinan. El equipo espera poder enviar la primera cápsula en 2030.

Las plantas no solo servirán como fuente de alimento para los futuros astronautas, sino que también se ocuparán de crear oxígeno y consumir dióxido de carbono, lo que puede hacer un ecosistema más habitable para el ser humano. «Si queremos convertirnos en una especie multiplanetaria, tenemos que asegurar nuestra sostenibilidad completa», señala José María quien, a pesar de estar seguro de los futuros asentamientos humanos en la Luna es algo cada vez más real y tangible, deja claro que lo primero es seguir conservando el planeta que tenemos.

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