Mi niña no come ¿Deberíamos obligarle a comer?

Mi niña no come ¿Deberíamos obligarle a comer?

Mi niño no come… ¿Deberíamos obligarle a comer? … ya te hago un spoiler en todo regla… NO.

Somos una generación de adultos que nos toca abrir camino. A la mayoría de nosotros no nos sirve el modelo de educación que nuestros padres utilizaron, que nuestros profesores impartían, los roles de género que nos enseñaron…

Nos pilló de lleno el momento en que los cambios sociales cambiaron de velocidad crucero a velocidad de la luz, y el mundo que vivimos de niños ya no existe. Así que tenemos que ir creando uno nuevo, y este mundo estará seguramente obsoleto cuando seamos abuelos.

Educar en comer y sus batallitas es parte de eso, aunque este tema va un poco más lento. Me refiero a que ya no existe el debate de si se debe forzar a un niño para que aprenda, aquél refrán de “la letra con sangre entra”. Pero todavía hay debate sobre si se debe obligar a un niño a comer, castigarlo en la mesa, chantajearle o amenazarle.

Aunque estos dos aspectos eran complementarios y parte de un modelo social obsoleto, la parte referente a la comida todavía está pululando por la sociedad.

Los primeros pasos de un nuevo modelo de gestión emocional son duros. Estás todavía rodeado de abuelos, vecinos, cuidadores en el comedor de la guardería o del colegio… que siguen funcionando con aquel sistema de autoridad y te dicen que si tu niño no come es porque no estás usando esas maniobras de presión.

Pero tu intuición dice que tiene que haber otro camino. No puede ser que estemos con cursos de disciplina positiva, de autoridad responsable, de aprender a aprender sin miedo, y luego sientes al niño en la mesa y te pongas a amenazarlo. Si te has visto en esa situación seguramente habrás pensado que también en esto tiene que haber otra forma de hacerlo.

¿Qué nos lleva a esa conducta?

Muy pocos padres escogerían ese modelo de coacción y amenazas desde la tranquilidad de un momento de calma:  “Carmen, mira estoy pensando que a la niña, mañana cuando no quiera comer, voy a probar a amenazarla con tal o cual argumento… ¿qué te parece?”

Más bien llegamos ahí a través de la desesperación, de la pérdida de control de una situación que nos activa un potente mensaje incrustado en nuestra mente de generación en generación: SI NO COME-ENFERMA-MUERE!!!! Y nos volvemos locos.

Y el niño que tenemos delante solo ve a su papá o mamá histéricos y no me extraña que piense “no se qué le pasa pero yo paso” o “guau… conseguí ponerlo histérico, como mola!” o en el peor de los casos “no sé qué pasa pero me estoy asustando mucho… voy a hacer lo que me manda porque tengo miedo”.

¿Cuál te gusta más? A mi ninguna

Es importante saber qué se activa en nuestro interior para poder gestionarlo. Evidentemente nuestra desesperación es proporcional al número de ocasiones en las que la situación se repite, y no todos los días tendrá la misma causa. Pero hay dos situaciones que suelen ser las más comunes.

  1. Una es el miedo a su enfermedad, desnutrición infantil, déficit de crecimiento etc.
  2. La otra es que me está retando y si le dejo que no coma estoy perdiendo el liderazgo y dejándole que haga lo que le da la gana. En este caso salir del reto por la tangente es lo más útil, pero tendrás que ensayar.

Puede que te sea útil diseñar una frase que desactive esos miedos-creencias tan exageradas. Algo corto, que te calme y que puedas usar como coletilla en esos momentos de desesperación.

Diseña la tuya y en los momento más duros repítela en tu interior una y otra vez hasta que puedas pasar a la indiferencia más adolescente que seas capaz.

Ejemplos

– “La muerte por hambre es una muerte lenta, aunque no coma en tres días me da tiempo de sobra a llevarlo al hospital”

Y con la calma de ese plan B que se interpone entre la cocina y la muerte… sigues a lo tuyo aparentando toda la indiferencia posible.

-“Quiere echar un pulso pero yo paso, solo peleo con una de mi tamaño”

Son ejemplos largos para que se entienda bien la frase, pero lo ideal es que luego las acortes hasta una versión reducida que te inspire esa actitud.

El humor desactiva muy bien las dramatizaciones excesivas, pero tendrás que buscar un argumento que a ti te funcione bien. Escribe los que se te ocurran y de vez en cuando lee y observa cual te inspira más.

No obligar a comer no significa ausencia de normas.

La clave para que esa indiferencia funcione es que vaya acompañada de normas.

  1. Digamos que la actitud es que el niño puede comer o no, él decide. Pero el resto de normas de la hora de la comida siguen siendo tu territorio y si las usas bien la niña o el niño llegará a la conclusión de que gana algo comiendo: tiempo libre, derecho a postr …
  2. Establecer horarios, tiempos, secuencia de comidas, todo lo que ayude pero en plan videojuego. O sea, hay unas pantallas que superar y entonces accedes a otras deseables, sin más.
  3. Evita entrar en premios y castigos que solo van a personalizar el comportamiento haciendo que el hecho de comer sea una forma de complacer o retar al adulto.
  4. Así que la clave es exponer las normas claramente y luego quitarte del medio, para que el niño establezca su propia relación con esas normas. Es difícil, lo sé, pero ensayo error busca las normas que os funcionen. Cuando encuentres que funcione merecerá mucho la pena. A partir de entonces sabrás por donde seguir.

Por ejemplo, es muy útil delimitar y comunicar el tiempo de las comidas. Cuando se termina para todos la hora de la comida (aunque no haya comido nada) se recoge todo y no habrá nada de comer hasta la próxima apertura.

Esto es, si al rato pide algo porque tiene hambre, ¡resiste! Explícale que ahora está cerrado y debe esperar al próximo turno. Sin dramas y sin premios ni castigos.

Si estás en un semáforo en verde y te entretienes y no cruzas, después cambia a rojo y tienes que esperar. No cambia para castigarte, cambia porque las normas sociales marcan los tiempos para organizar las cosas, usos y lugares. Es natural y lo entienden porque sucede continuamente. Para marcar tiempos son muy útiles los relojes de arena.

Mi consejo es usarlos solo para marcar los últimos 10 minutos del turno de comer y sólo si la comida está siendo difícil. Una vez que entienda esta norma con recordar que falta poco para terminar turno de comida será suficiente.

Llegar a un acuerdo de número de bocados. Pautas de intercalar alimentos: una verdura/dos de pasta/una de pollo y una libre (a su elección) y ¡después repetimos! Todo lo que te sirva para establecer un esquema que le guste a ella y a ti te sirva para esconder tu angustioso interés en que coma de una vez.

Y en situaciones especiales… pónselo fácil.

Cuando el niño ha pasado una toma de antibióticos. Cuando está viviendo una situación estresante como una adaptación a un nuevo cole. O simplemente niños de bajo apetito que solo tiene hambre en verano después de ir a la playa, pónselo fácil.

  • Recurre a batidos como leche con plátano y un poco de cacao puro. Bizcochos de dátiles y frutos secos. Patés de legumbres con sirope de arroz o una mermelada sin azúcar añadido.
  • Cosas fáciles de comer y a ser posible con toque dulce (que no significa con azúcar blanco).
  • Ofrécele alimentos en formato que le guste: bebido, o algo para coger con las manos. Y bocados pequeños super potentes de forma que con dos o tres cubras muchas necesidades nutricionales.
  • Por supuesto, si aún así la situación se mantiene en el tiempo, consulta al pediatra. Quizás una toma de probióticos le de el empujón que faltaba, o puede necesitar otro tipo de ayuda.

Y aunque no haya nada, llévala solo para quedarte tranquilo, porque también eso es necesario para poder gestionar las comidas con la tranquilidad y creatividad que necesitas diseñar.

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Categorías: Actualidad gastronómica

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