España vive en un búnker en Curitiba, aislada de todo en el Centro de Entrenamiento Alfredo Gottardi, que era conocido como Cajú. Esta es la casa del Atletico Paranaense y la selección vive de prestado en una de las mejores instalaciones del país, un lujo que contrasta de pleno con lo que se ve en las calles colindantes.
España, sin embargo, no verá lo que hay más allá de su fuerte porque las medidas de seguridad son impresionantes y no tiene previsto salir en estos primeros días. Lo hará el 11 para desplazarse al aeropuerto y viajar hasta Salvador de Bahía, en donde debutará el viernes 13 contra Holanda.
El campamento de España está a unos 20 kilómetros de la ciudad, alejada de una urbe que ronda los dos millones de habitantes. Curitiba es, dicen, la ciudad más europea de Brasil y desde luego una de las más frías, contraste absoluto con la imagen preconcebida de Brasil. Aquí ni hay sol ni tampoco playas, pero abundan los puntos verdes, la lluvia y las bajas temperaturas.
Para acceder a los campos de entrenamiento hay que pasar un control de seguridad más estricto casi que el de los aeropuertos. Arco para detectar objetos metálicos, bandejas para los dispositivos móviles y cacheo por parte de un agente de seguridad privada. Por descontado, sin acreditación no se entra. Mientras, en la puerta, un grupo de niños espera sin futuro porque no verán a las estrellas de ninguna de las maneras.
Los campos de entrenamiento están relativamente alejados del centro de prensa que se ha habilitado para la ocasión. Y para acceder a ellos hay que ir en grupo y a las horas estipuladas, no vale moverse a su antojo por el recinto. Los jugadores, por su parte, acceden directamente desde la residencia, en donde matan el tiempo con las mismas rutinas de siempre. La calle no la ven.
España sabe que el ambiente en Brasil será especialmente tenso cuando toque jugar y quiere, en la medida de lo posible, alejarse del ruido. Sin embargo, la expectación que genera es máxima y en el entrenamiento del lunes acudieron más de 200 periodistas.
