F. Álvarez-Cascos FAC
Se ha dicho que en las últimas semanas, a Francisco Álvarez-Cascos (Madrid, 1 de octubre de 1947)le ha ido pasando factura la salud a la misma vez que se la pasaban las encuestas. El que fuera flamante Secretario General y vicepresidente de un Gobierno con las siglas del PP, —las mismas de las que renegó el 1 de enero de 2011—, ha sido la primera víctima de su estilo arrollador, autoritario y bronco. Ese que le llevó a echar un pulso a todos a la vez forzando estos comicios sólo ocho meses después de haber triunfado en las elecciones de mayo de 2011, en las que había sido la gran sorpresa.
La figura de Álvarez-Cascos está indisolublemente unida en el imaginario social con la de aquel dóberman con el que el PSOE le identificó en un vídeo, allá por las elecciones de 1996. Su permanente tono de reproche, la sombra del rencor y su falta de voluntad para el acuerdo durante el periodo en que ha sido Presidente de Asturias no han hecho demasiado por mejorar ese estigma. De un político de su experiencia, como debieron pensar los asturianos, cabía esperar esperar más. Y más con la crisis que está cayendo.
Álvarez-Cascos ha dejado claro que en su aventura asturiana no le valía nada que no fuera el poder absoluto. Y le ha traicionado la impaciencia, algo impropio en un aficionado a la pesca como él, que sabe de sobra que lo bueno se hace esperar.
Ingeniero aeronáutico de formación, alumno adelantado de Manuel Fraga en su carrera política, dueño de una oratoria imponente, el presidente de Asturias ha demostrado una vez más ser un hombre excesivo, hasta consigo mismo.
