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Sharenting: piénsalo dos veces antes de compartir la vida de tus hijos en redes sociales

Publicar información o imágenes de los menores en internet puede causarles graves perjuicios si no se hace con responsabilidad y poniendo límites.

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Todos disfrutamos de las bromas y ocurrencias de los pequeños de la casa. Nos encanta registrar cada uno de esos momentos especiales con vídeos y fotos, y compartirlos online es la forma de que todo el mundo sepa lo maravillosos que son y cuánto les queremos. Un sentimiento que generalmente se traduce en clics de me gusta y respuestas de nuestros contactos que acaban nutriendo nuestras redes sociales. Pero, seguramente, Internet no sea el lugar más adecuado para hacerlo.

“La práctica de los padres de usar las redes sociales para comunicar abundante y detallada información sobre sus hijos” –según la definición del diccionario británico Collins– se conoce como sharenting. Y, aunque pueda parecer inofensiva, con ella se está creando la huella digital de los menores ya desde su niñez. El dilema, entonces, es determinar cuándo es permisible que los padres ejerzan su derecho a compartir la experiencia de la crianza de sus hijos o cuándo debería primar el derecho a la intimidad que también tienen los menores.

Según explica el libro American Girls: Social Media and the Secret Life of Teenagers, la privacidad referida a los más pequeños brilla por su ausencia en la red. Su autora, la periodista Nancy Jo Sales, asegura que el 92% de los niños estadounidenses menores de dos años ya tiene una identidad digital. Tanto es así que, antes de cumplir los cinco, estos padres ya habrán subido más de 10.000 fotografías de sus hijos a redes sociales como Facebook o Instagram. En este contecto, hay que tener muy en cuenta que tal cantidad de información (fotos, vídeos, textos, audios…), ya desde la más tierna infancia, puede causarl graves perjuicios a los menores si no se hace con responsabilidad y poniendo límites. Más aún si pensamos que, con su publicación, se están dando demasiadas pistas a terceros.

Para evitarlo es fundamental, en primer lugar, conocer la política de privacidad de los sitios donde se comparten contenidos y usar los ajustes pertinentes para especificar y limitar la audiencia de cada post en Facebook o elegir la modalidad de cuenta privada en Instagram. Otro aspecto a tener en cuenta es lo que supone crear una cuenta en nombre de nuestros hijos y postear contenido desde ella. Solo un dato para ilustrar, según la NBC, en EEUU un tercio de las madres menores de 34 años abre un perfil de sus hijos antes de su primer cumpleaños. Aunque pueda parecer un gesto anecdótico o inofensivo, no lo es; especialmente porque los menores no pueden dar su opinión y pueden no estar de acuerdo en el futuro con la identidad digital que de ellos se ha generado en estos perfiles.

Seguridad y privacidad, las claves

El estudio Share with Care, realizado por Nominet y Parent Zone en 2016 y recogido en la campaña Por un uso Love de la tecnología –iniciativa con la que Orange pretende concienciar a niños y adultos sobre la necesidad de un uso seguro y responsable de las nuevas tecnologías–, revela el amplio desconocimiento sobre los ajustes de privacidad que tienen muchos padres y madres. El 85% de los entrevistados para dicho estudio dijo haber revisado su configuración hace más de un año y solo un 10% se mostraba seguro de haberlo hecho correctamente. Además, un 39% reconocía no saber cómo hacerlo. Una situación preocupante teniendo en cuenta que, de media, los padres y madres tienen de media unos 259 contactos en Facebook, 69 amigos en Twitter y 57 en Instagram. Y más aun si se considera que un tercio de los encuestados reconocía que la mitad de sus contactos no son “amigos reales”, de esos con los que irías a comer o te pararías a charlar por la calle. ¿A quién estamos mostrando entonces la vida de nuestros hijos? ¿Y cómo controlamos quién hace uso de su identidad? Una forma eficaz de controlar cómo se está gestionando ese contenido es que los padres configuren notificaciones como Google Alerts que avisan cuando la identidad real sus pequeños aparece en sitos de Internet.

Todo esto nos lleva a preguntarnos algo tan fundamental como la forma en que el sharenting afecta a la seguridad de nuestros hijos. Y que hacerlo de forma irresponsable sin duda les hace más vulnerables. No cuesta comprenderlo sabiendo que, tal y como indica el pediatra Keith Bahareh en un estudio publicado en la revista Journal of American Medical Association, el 50% de las imágenes de las webs pedófilas han sido obtenidas de las redes sociales. Por eso, y para evitarlo, los expertos recomiendan que no se publiquen nunca fotos de los menores desnudos, ya sean bebés o en un simple baño en la playa. Lo que para nosotros es inocente puede no serlo para otros. Además, tal y como apunta la NBC, más de 140.000 niños son víctimas de robo de identidad cada año. Algo que en su infancia puede pasar desapercibido, pero ser determinante en el futuro, ya que un robo de identidad podría generarles problemas a la hora de abrir una cuenta en un banco o pedir un préstamo siendo adultos. Asimismo, esta sobreexposición también podría exponer su seguridad actual. Por tanto, es fundamental evitar dar datos personales concretos –fechas de nacimiento, colegio, dirección familiar, ubicación habitual de los menores, etc.–.

Otro aspecto muy a considerar es el derecho a la privacidad del menor. No en vano, el estudio Not at Dinner Table: Parents and Children’s Perspectives on Family Thecnology Rules, realizado por las universidades de Michigan y San Francisco, afirma que una de las reclamaciones más generalizadas de los niños a sus padres respecto al uso de la tecnología en familia era que compartieran información sobre ellos sin su permiso.

Hay veces en que los progenitores, ya sea buscando apoyo o recomendaciones, comentan públicamente problemas de sus hijos –circunstancias académicas, mala conducta,  manías, problemas de salud, situaciones embarazosas…–. Pero lo que los padres entienden como una simple ayuda, puede acarrear a los hijos consecuencias negativas en su vida personal y profesional a medio y largo plazo. Las publicaciones se pueden proyectar en el tiempo, impactando sobre el honor y la reputación de los menores llegando incluso a sustentar situaciones de acoso escolar o cibernético. Para minimizar el daño, una buena práctica podría ser consultar siempre a los protagonistas dándoles la posibilidad de veto sobre lo que se va a compartir de ellos. Sin olvidar considerar el efecto que puede tener lo compartido en la autoestima del niño.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Love Orange. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.