«Necesitaban sangre»: el olvidado golpe de estado contra Felipe González en las elecciones de 1982
El complot organizado por un grupo de militares de extrema derecha, con Milans del Boschs en la sombra, planeaba secuestrar a cincuenta políticos y ocupar de La Moncloa y el palacio de la Zarzuela en la jornada de reflexión
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La semana pasada, Narcís Serra «reveló» el intento de golpe de Estado que tenía preparado un grupo de militares de extrema derecha para el día de reflexión en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982, las primeras que ganó el PSOE hace hoy justo 40 años . Aunque ese fue el verbo utilizado por los medios que han recogido estos días las palabras del ministro de Defensa en el primer Gobierno de Felipe González , en realidad ya se conocía. ABC, de hecho, informó ampliamente de ello en su momento, a pesar de que aquella conspiración haya caído hoy prácticamente en el olvido.
En un acto organizado por el PSC para conmemorar los cuarenta años de aquel triunfo, Serra contó que, siendo alcalde de Barcelona, a primera hora de la mañana del 10 de octubre de aquel año le llamó González al Ayuntamiento. El futuro presidente, todavía candidato socialista, le pidió que viajara rápidamente a Madrid para una reunión urgente con el entonces ministro de Defensa, Alberto Oliart, de UCD. Una vez allí, este les dio a conocer la conspiración del 27-O, como se conoció desde entonces a esta segunda parte del 23-F .
Ante esa información, González le dijo a Serra que tenía que aceptar sí o sí el cargo de ministro de Defensa cuando el PSOE ganara las elecciones, tal y como apuntaban todas las encuestas previas. Un puesto que ya le había ofrecido en julio, pero que el alcalde Barcelona rechazó porque, según se justificó, creía que era más útil en la alcaldía de Barcelona que al frente de dicha cartera. Quizá temía que a aquel golpe previsto para el 27-O le siguieran otros hasta que la democracia se asentara. Además, esta conspiración desarticulada por la Policía apuntaba a ser tan contundente y violenta como había sido la de Pinochet contra Salvador Allende en Chile.
Lo más sorprendente de todo es que la lideraba el general Jaime Milans de Bosch desde la prisión de Fuencarral y el núcleo promotor lo formaban coroneles. Según revelaba Juan Alberto Perote en ‘Confesiones de Perote: revelaciones de un espía’ (RBA, 1999), todos los implicados «habían aprendido del fallido intento del 23-F que necesitaban derramar sangre». Y, para llevarlo a cabo, contaron con una trama civil y un plan militar que se iba a iniciar con la declaración del estado de guerra en la Primera Región Militar (Madrid), a las ocho de la mañana del 27 de octubre, y llevaría a una Junta Militar a hacerse cargo de todos los poderes mediante la publicación, a las diez, de un bando a través de Radio Nacional de España.
‘Movimiento Nacional’
La sedición se bautizó como ‘M.N.’, las siglas de ‘Movimiento Nacional’ y estaba detallada en los documentos que fueron incautados, a principios de octubre, a los tres jefes militares que la iban a comandar: los coroneles Luis Muñoz Gutiérrez y Jesús Crespo Cuspinera y del teniente coronel José Crespo Cuspinera. El día 6, la justicia militar decretó prisión incondicional para ellos como autores de un delito de conspiración para la rebelión . La sentencia no se hizo pública hasta dos años después, según informó ABC: ‘Confirmada la condena de tres jefes militares a dos años de prisión por el intento de golpe de Estado del 27-O’ .
Según el informe del juez, «se trataba de un plan tendente a conseguir un cambio violento, mediante una acción armada, de la actual organización adoptada por el pueblo español». Este proyectaba la toma de cuatro ministerios, de todos los periódicos, revistas y emisoras de radio y televisión de Madrid, la «neutralización» del palacio de la Zarzuela y el de La Moncloa, así como el secuestro en sus domicilios de los principales líderes políticos, los miembros más importantes de los Gobiernos autonómicos y las personalidades de la vida civil que pudieran influir para que el golpe fracasara. Más de 50 personas, entre las que se encontraban el secretario general de la Casa Real, Sabino Fernández Campo , y el responsable del CESID, Emilio Alonso Manglano .
Para llevar a cabo todas estas acciones, los golpistas pensaban reunir más de cien comandos formados con miembros del Ejército de Tierra. Los del Aire y la Marina, así como la Guardia Civil, tendrían una presencia prácticamente nula. En los documentos incautados se dejaba bien claro que usarían la artillería si fuera necesario si alguien mostraba la más mínima resistencia cuando se disolviera el Parlamento y se tomaran los medios de comunicación. Por otro lado, el Rey sería destituido y reemplazado por un Consejo de Regencia. Asimismo serían ilegalizados los partidos políticos, los sindicatos y todas las instituciones democráticas.
La detención
Cuando el CESID detectó el plan, siguió a algunos de los militares implicados y les convenció de que no participaran en el golpe, así como que facilitaran información sobre los cabecillas. Fue así como se detuvo al trío de coronales el 2 de octubre de 1982, una semana antes de la reunión de Felipe González y Narcís Serra con el ministro de Defensa. El día 25, tres días antes de las elecciones, la Policía intervino un buen número de armas y explosivos a un grupo de ultraderechistas de Madrid, Barcelona y Valladolid. En ese momento, se decidió que Milans del Bosch fuese trasladado en helicóptero de la cárcel de Fuencarral a la de Tarifa, en Cádiz.
El historiador Gabriel Cardona calificó este intento de complot de «sangriento y definitivo». El periodista Miguel Platón, por el contrario, aseguró en su libro ‘Hablan los militares’ (Planeta, 2001): «Nadie que haya analizado este acontecimiento a fondo puede sostener de manera honesta que tuviera la menor posibilidad de hacerse realidad». Durante el consejo de guerra, sin embargo, los golpistas argumentaron que los preparativos de la conspiración eran únicamente «ejercicios tácticos», «un mero divertimento», según ABC .
En los más de 2.000 folios que componían el sumario se explicaba que el plan constaba de dos fases: una centrada en Madrid, bautizada como ‘Plan Halcón’ , y la otra en el resto de España, el ‘Plan Marte’. «La primera de ellas tenía como objetivo ocupar la Capitanía General de Madrid, detener al teniente general que estaba a su frente y sustituirlo por otro, que se erigiría en jefe de las Fuerzas Armadas españolas y declararía el estado de guerra [...]. Madrid sería aislado mediante tres cinturones concéntricos que comprenderían a los barrios periféricos, a los pueblos de su área metropolitana y a las comarcas más alejadas del centro», contaba este diario el 11 de abril de 1984.
A continuación, daba algunas pistas sobre cómo sería el régimen saliente: «El plan trazaba un proyecto político en tres fases, que pasaría de un régimen inicial muy duro a otro más tolerante, con el reconocimiento de los partidos. Se suprimirían las autonomías, se prohibirían los sindicatos, se restablecería la pena de muerte y se formaría un parlamento unicameral de composición mixta. En un primer momento, el presidente del Gobierno, que asumiría también la jefatura del Estado, y varios ministros serían militares. Preveían que la reacción en casi todos los sectores de la nación sería favorable, salvo en los medios de comunicación, a los que se impondría censura, y en el mundo laboral».
El fracaso del 27-O, llevó a Felipe González a impulsar una serie de reformas militares cuando llegó a La Moncloa, que apaciguaron los ánimos golpistas.