Economía de escala y ubicuidad. Gestionar un negocio desde el teléfono móvil, la tablet o el ordenador portátil. Externalizar la administración de sistemas para ganar flexibilidad. El ‘Cloud computing’ es una opción que cada vez más empresas consideran para su infraestructura informática. ¿Compensa?
«Tiene muchas ventajas», asegura Ignacio Llorente, catedrático de Arquitectura de computadores de la Universidad Complutense de Madrid y director de Open Nebula. «Tiene un impacto positivo en la productividad y en la competitividad de las empresas. Si tengo mis servicios en la nube no necesito administradores de sistemas, ni que comprar y mantener servidores. Pagas por uso y te desentiendes».
La computación en la nube permite desplegar en internet los programas informáticos con los que trabaja una empresa. Y acceder a ellos a través de un navegador web. El proveedor del servicio se encarga del mantenimiento de los servidores, del almacenamiento de los datos y de que estén siempre disponibles.
«Es el comienzo de una revolución», asevera Llorente. «Algo parecido a lo que pasó con la electricidad a comienzos del siglo XX. En esa época cada fábrica tenía su propia central eléctrica. Poco a poco surgieron grandes proveedores eléctricos. Hubo mucha resistencia a delegar algo tan importante para el funcionamiento de las fábricas a un tercero, pero ahora nadie se plantea hacer otra cosa». Lo que entonces ocurrió con la electricidad, argumenta, ocurre hoy con la computación.
Inconvenientes de la nube
Aunque las ventajas son muchas, recurrir a la nube también tiene inconvenientes. El más evidente es la falta de control. «No sabes cómo se gestionan tus datos», dice Llorente. Puede darse el caso en el que no se sepa ni exactamente en qué país están. También está el problema de la dependencia de internet. Sin conexión a la red no se puede trabajar con la nube.
«Otra dificultad viene de la falta de estándares. El denominado lock-in», afirma el catedrático. Cada servicio de ‘Cloud computing’ tiene su manera particular de trabajar, por lo que cambiar de proveedor puede ser un quebradero de cabeza. Incluso, a veces, hay problemas de disponibilidad. A finales de junio unas intensas tormentas en Virginia (EE.UU.) cortaron el suministro eléctrico a un centro de datos de Amazon. Cientos de empresas grandes y pequeñas no pudieron prestar sus servicios durante 20 horas. Algo similar, aunque menos grave, volvió a ocurrir el 22 de octubre.
Aunque el problema más importante es el legal. «Cuando trabajo en cloud no sé donde están mis datos. Y puede que no quiera tenerlos en un país con una legislación diferente a la mía», expone Llorente. En España, la Ley Orgánica de Protección de Datos impone unas normas para el tratamiento digital de información personal que no cumplen todas las compañías de servicios en la nube. «Muchas veces es mejor contar con proveedores cercanos en los que puedas confiar», argumenta. «O usar soluciones cloud híbridas». Sistemas que funcionan casi por completo en internet, pero que almacenan los datos personales y confidenciales de manera física y local.
El ‘Cloud computing’ ha llegado para quedarse. Para las empresas nuevas, simplifica y abarata la puesta en marcha de sus servicios informáticos. Para las ya establecidas, permite aumentar la productividad y la competitividad. Es cuestión de fiarse.