CÓMO estaría la cosa que tuvo que venir el señor Gómez a poner paz entre los contendientes, que se habían enzarzado en un nuevo capítulo de la confrontación, que si la Junta, que si el Gobierno central, que si el sursum corda. Lo hizo, por cierto, en un tono muy institucional, en plan estadista, podríamos decir, nada que ver con las soflamas antisistema a que nos tiene acostumbrados. Señores, vino a proclamar, sería deseable que la Junta y el Ayuntamiento alcanzaran un acuerdo para el pago de la deuda del IBI porque la confrontación, subrayó con solemnidad, no conduce a ningún lado. Ahí es nada. Ya contemplar al señor Gómez en plan estadista mereció sobradamente la pena merendarse el pleno ordinario de ayer.
En esta ocasión, la confrontación venía a cuento de la deuda del IBI, pero antes había sido con motivo del Plan Especial de Medina Azahara y poco después lo sería a cargo de los recortes en materia sanitaria y educativa. El verbo confrontar se conjugó ayer en sede municipal en todos los modos temporales posibles. Llegó el señor Durán y acusó al señor Martín de buscar la confrontación con la Junta de Andalucía, que a su vez había denunciado al Gobierno andaluz por confrontar con el Ayuntamiento cuando el Consistorio estaba en manos del señor Ocaña y confrontaba con la administración autonómica a colación de las parcelaciones ilegales.
Poco después terció el señor Bellido y amenazó con denunciar a la Junta por impago de una deuda de 7 millones de euros, a lo que el señor Durán tildó de intento de confrontación sin paliativos, con mucha carga de profundidad política y muy poca enjundia administrativa. Ustedes, dijo poco más o menos, traen seis mociones a pleno y las seis son pura confrontación con la Junta, ante lo cual el señor Bellido respondió con media docena de combinaciones del verbo confrontar con el Gobierno de la nación.
Podemos convenir, por tanto, que la permanencia del señor Griñán al frente de la Junta de Andalucía y la incorporación del señor Rajoy al Palacio de la Moncloa prometen un uso abundante y sin restricciones del verbo confrontar y sus derivados. Ustedes confrontan, ellos confrontaron, nosotros confrontaremos. De tal forma que un eventual gobierno municipal, autonómico y central del mismo signo político mejoraría notablemente las expectativas socioeconómicas de la ciudad pero dejaría el verbo confrontar hecho una auténtica ruina. Y qué quieren ustedes que les diga.
Hubo un momento ayer, sin embargo, en que los grupos municipales aparcaron el verbo confrontar. Fue cuando desempolvaron el verbo mentir. Los señores ediles conjugan el vocablo con una ductilidad asombrosa. «Usted es capaz de mentir sin parpadear», espetó amablemente el señor Durán al concejal Torrico. Justo entonces se produjo un intercambio formidable del verbo en cuestión, de una bancada a otra y de un pronombre personal a otro, sin complemento circunstancial ni adverbio de tiempo que lo adornara. El verbo mentir a palo seco. Tanto que tuvo que intervenir el señor presidente del pleno para rogar que cambiaran de verbo, que hasta para materia lingüística está el presupuesto cortito y es conveniente usar el vocabulario con moderación.
Pero no crean que todo transitó por territorio pedregoso. Poco antes de las 14.30 el presidente decretó un receso de veinte minutos y sus señorías se retiraron a los grupos a dar cuenta de tortillas de patatas y filetes empanados. Que todo no va a ser el verbo confrontar y sus derivados.