A muchos lectores les puede sorprender la afirmación de que en la Unión Europea (UE) no existe vino ecológico; pero es cierta. Lo único que hasta la fecha está amparado bajo la calificación de ecológica es la uva. La explotación de un viñedo ecológico está sujeta a unas normas diferenciales respecto al cultivo convencional. Sin embargo, la elaboración del vino, el trabajo en bodega, es igual para unos y para otros. Por ello y con mucho criterio, en la UE solo se puede etiquetar vino elaborado con uvas ecológicas. Se trata de una calificación con la que se consigue trasladar de forma errónea al consumidor, que se trata de vino ecológico.
Desde la Comisión se lleva tiempo intentando clarificar esta ambigüedad y conseguir la denominación tal cual la entiende el consumidor, es decir, vino ecológico. El problema ha sido que implica unas prácticas diferenciales en cuanto al uso de determinados compuestos. En este sentido y desde el entorno ecologista, hay dos perfiles, uno minoritario que en la práctica no utiliza nada o prácticamente nada de estos productos de síntesis, y que con carácter general prefieren una norma restrictiva, que verdaderamente diferencie su producto. Por otro lado están los que pretenden producir un vino con etiqueta ecológica, pero casi con los mismos privilegios que los bodegueros convencionales en cuanto a uso de estos elementos.
Bruselas ha sido inflexible en su posición de que haya normas distintas, pero muy blanda a la hora de establecer estas diferencias, ya que en esencia la nueva regulación que ha sido aprobada, exige disminuir poco más del 33 por ciento el uso de sulfitos. También se prohíbe el uso de ácido sórbico, que de hecho se utiliza de forma muy marginal, en particular para la elaboración de vinos olorosos en el sur de España.