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El estudiado encanto de Clooney

Día 03/09/2011

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Dice Seinfeld que la idea de los esmóquines se explica por un razonamiento femenino: ya que todos los hombres son iguales, vistámoslos de la misma forma. El razonamiento falla si quien lleva el esmoquin es George Clooney. También si se trata del duque de Windsor, que se hacía aquellos azules que parecían más negros que los negros. En el caso del actor, su singularidad tiene poco que ver con la elegancia (hasta Robert Mitchum era más elegante), aunque su persona y su personaje reúnan allure, wit, carisma y todas las expresiones guays que adornan a los elegidos.

Clooney lo ha vuelto a hacer. Clooney ha vuelto a deslumbrar en una de sus puestas en escena promocionales, en la presentación de «Los idus de marzo» en el Festival de Venecia. El actor, de 50 años, una especie de cónsul honorario de Hollywood en el certamen italiano, ha llevado seis películas en nueve años. De la última es director, actor, coescritor y, por supuesto, comercial. Basada en la pieza teatral «Farragut North», de Beau Willimon, que trabajó en la campaña de Howard Dean en 2004, el filme es de entresijos electorales, de política estadounidense, de primarias, de ambiciones, de tragar sapos, de fealdades y de guindos para caerse. Se cae el personaje de Ryan Gosling, jefe de prensa y escritor de discursos del candidato interpretado por Clooney. Nada nuevo. Hemos visto «El ala oeste», «El presidente y Miss Wade» (por citar primero a Sorkin), «Primary Colors», «Ciudadano Bob», «Candidata al poder», «El candidato»…

En «Los idus de marzo», título shakesperiano, no hay malos republicanos, todo queda entre demócratas (Clooney es gobernador y candidato en las primarias de Ohio). Un proyecto que aparcó con el triunfo de Obama, para no ser aguafiestas, hasta que creyó conveniente sacar el cinismo a pasear. Y eso que Clooney, liberal en el sentido estadounidense, nunca ha ocultado que votó a Ralph Nader. Por la tibieza medioambiental de Obama. Aunque luego fue a la Casa Blanca (perdiéndose una entrega de los Oscar) para pedirle una intervención en Darfur, adonde el actor había ido sin cámaras.Porque cuando no está vendiendo, escribiendo, rodando una película o mirando fijamente a las cabras y a la prensa, George Clooney tiene tantas inquietudes solidarias como su amigo Brad Pitt, aunque no gaste las mismas querencias familiares ni se deje barba de chivo. Su última novia, Elisabetta Canalis, se ha unido a «Dancing With The Stars», el «Mira quién baila» americano. La rutilante italiana ha bailado un tiempo con la estrella de Clooney, pero la cosa no ha llegado a más. Los cansinos clichés sociales llevan a algunos a sugerir si no será gay (lo de «el nuevo Cary Grant» no es inocente).

Que Clooney se casara o reprodujera sería más noticia que la boda de la duquesa de Alba. Y eso que el sobrino de Rosemary Clooney tuvo una esposa (Talia Balsam, hija de Martin) de 1989 a 1992. Pero también tuvo un cerdo vietnamita de 1988 a 2006, relación más larga que solo cortó la muerte. El marrano es otro cliché. Y Clooney.

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