«Honrad con los tributos postreros a esas almas egregias que con su sangre nos han legado esta Patria» (Virgilio, «Eneida»)
Con triste frecuencia nuestra sociedad afronta la muerte o heridas de nuestros militares, en nuestro territorio o en las misiones internacionales donde ondee nuestra bandera. Conocedores del rostro de la muerte, los soldados no retrocedemos al donar a España hasta el último aliento. Ser militar no es una profesión: es una vocación. Y si vocación, del latín vocatio, —onis, significa «acción de llamar»—, el militar, del soldado al general, al responder a la llamada castrense, con la vida desafía la muerte, por la paz la guerra y en la justicia al caos. Ideal acrisolado en cada misión donde nuestras Fuerzas Armadas sirven a la Patria: Afganistán, Líbano, Congo, Haití, Pakistán son testigos de esta vocación militar, constructora por la paz de un mundo mejor para la humanidad.
Vocación militar que desde Grecia y Roma alberga tres latidos de amor en el corazón del soldado: Familia, Patria y Dios. Amor de la familia y los amigos, pues su sacrificio es nuestro motor emocional, en especial en misiones internacionales. Amor a la patria, a la que servimos hasta la muerte. Y, en tercer lugar, en palabras del legionario romano Virgilio, amor a los dioses por la «Virtus, Iustitia, Patientia y Pietas» que hacen que el amor a la Familia y a la Patria trascienda lo terreno llevando a Dios. Triple amor del héroe Eneas cuando, en los versos del cántico segundo de «Eneida», describe su huída de la vencida Troya rezando a los dioses para liderar su patria representada en el anciano padre Anquises que porta sobre sus hombros. Amor a la Familia, a la Patria y a Dios que hoy sigue palpitando en el pecho de nuestros soldados junto a nuestra Bandera.
A pesar de las convulsiones sociales, la injusta repartición de bienes y las dictaduras que esclavizan la libertad, la humanidad no está lejos de la paz universal soñada por románticos como el alemán Lessing en su «Natán el Sabio», el inglés Byron de «Harold» o el libanés Gibrán del «Profeta». Frente a guerras, conflictos, terrorismo y fanatismos, con Occidente nuestras Fuerzas Armadas custodian el derecho internacional y humanitario en el orbe: Bosnia, Kósovo, Líbano, Congo, Afganistán, Haití o Pakistán son el mejor testimonio. Reflexionó Platón en «La República» que no hay libertad sin seguridad, bien común sin paz, ni libertad sin justicia. Seguridad, paz y libertad regadas con el sudor y si es menester la sangre de nuestros militares, en España, Naciones Unidas o la OTAN, colmando los ideales que cantó Virgilio en la «Eneida» a su Imperio de Roma cuando como legionario gritó poéticamente: «ése es mi amor, mi patria».
Con el dolor por nuestros heridos y caídos en acto de servicio, la esperanza de que su sacrificio no es en vano por un mundo mejor, la meta de cumplir cada día con nuestro deber, el fiel amor de nuestras familias y amigos y la vocación militar hija del amor a la Familia, a la Patria, a Dios, en nombre de la humanidad, en España, el Líbano, Afganistán, en los cinco continentes, como soldados seguiremos luchando comprometidos con el más noble fin: ser constructores de la Paz y la Justicia donde ondee nuestra Bandera.
ALBERTO GATÓN LASHERAS, CAPELLÁN CASTRENSE EN LA LH XIV EN EL LÍBANO