Córdoba

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Hilo de concordia en la Judería

Una cadena humana une la Mezquita y la Sinagoga para pedir el Príncipe de Asturias para los moriscos andalusíes

Día 12/09/2010
valerio merino
De las palabras a los hechos pasó ayer Córdoba a la hora de hacer valer su fama de ciudad de la tolerancia y de la convivencia pacífica entre las tres culturas. Fue apenas un gesto, pero de un valor simbólico muy alto, que hizo que su significado no sólo sirviera a la causa para la que estaba convocado, sino que también redundó en la consideración de la ciudad.
En la mañana de ayer, cientos de personas unieron en una cadena humana que recorrió la Judería dos de los puntos claves de la ciudad: la Catedral, antigua Mezquita y monumento más importante, con la Sinagoga, en otro punto del casco antiguo y símbolo de otra de las culturas que florecieron en la ciudad.
Quienes promovían el encuentro querían reivindicar el ejemplo de Córdoba para pedir algo muy concreto: la concesión del Premio Príncipe de Asturias a los moriscos andalusíes, expulsados de España hace justamente cuatrocientos años.
El mensaje de integración, de convivencia pacífica y de entendimiento entre los pueblos estaba claro y por eso se unieron personalidades bien conocidas de la sociedad y la cultura. No sólo buscaba el reconocimiento a los moriscos expulsados, sino también reclamar un entendimiento cultural y religioso en el mundo en una fecha tan significativa como la de ayer: 11 de septiembre, noveno aniversario del ataque del terrorismo islámico a las torres gemelas de Nueva York. No faltaban adhesiones ilustres, como las del Gobierno de los Estados Unidos. El embajador en España, Alan Solomont, remitió un escrito en el agradecía el gesto de «solidaridad y paz», pero también necesario en la promoción de una convivencia pacífica entre culturas y religiones.
Caras conocidas
En la cadena estaban el presidente de la Junta Islámica Española, Mansur Escudero; el bibliotecario de la Casa de Sefarad, Sebastián de la Obra; el profesor de Derecho Antonio Manuel o el editor Manuel Pimentel. El requisito era ir vestido de blanco, símbolo de la paz, para formar parte de la cinta verde que tenía que unir la Mezquita-Catedral con la Sinagoga.
Los participantes habían comenzado en la calle que lleva el nombre de los Moriscos, en pleno barrio de Santa Marina, para seguir después por la Judería. No fue una marcha pasiva, porque hubo sorpresas y adhesiones, algunas tan conocidas como la de Pilar Távora en la Puerta del Perdón. La comitiva hizo distintas paredes y contó con la actuación de distintos grupos musicales, como Amin Chaachoo, de la Orquesta Andalusí de tetúan. No faltó la intervención de la escritora Matilde Cabello. La viuda de José Saramago, Pilar del Río, envió una carta que se leyó junto a las de otras personalidades.
La iniciativa concluyó en la Casa de Sefarad, tras la visita a la Sinagoga, y con un canto al mestizaje intercultural y al entendimiento entre las religiones precisamente en la jornada, recalcaron sus organizadores, en que era más necesario que se escuchase el mensaje.
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