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Alfredo Urdaci: «A mi cámara le falta una Reina de España»

«Los financieros sufren mucho: “Se padece más cuando te juegas el dinero ajeno”, me dijo uno. Y puso una cara de dolor que le tuve que creer»

Día 06/09/2010
R etrate a la España de hoy.
—Está en la UVI, con respiración asistida, infecciones; el electrocardiograma da un corazón de oro que funciona como un reloj. Pronóstico reservado. Y un gotero lleno de fármacos.
—¿Con qué tira: móvil o cámara en ristre?
—Tiro con todo, pero prefiero lo profesional. El móvil tiene el encanto de lo imperfecto, lo instantáneo, lo improvisado. Esa estética se lleva mucho.
—¿Cuántas veces, al construir el espléndido libro de fotografías «Muy de cerca», de FIDE (Fundación para la Investigación sobre el Derecho y la Empresa), recordó el axioma del viejo poeta Whitman: «Soy inmenso, contengo multidudes»?
—En cada retrato. La persona humana es inabarcable, inmensa, oceánica. Hasta los de apariencia más simple lo son, incluido Zapatero.
—¿Cómo se ven, y se cuentan, las cosas de la vida desde el otro lado de la cámara?
—Retratar el mundo es muy divertido. Sólo ves las cosas que miras con distancia. Y la cámara es una forma de distanciarse. Pura mística, pero es real.
—Lo imprescindible en la vida son las cosas que quedaron en la playa cuando Crusoe naufragó. ¿Qué hay que dejar sobre el libro de arena?
—Importa que las personas a las que aprecias te quieran, importa una vida vivida con plenitud, importa agotar tus capacidades, darlo todo. En la arena ha de quedar la huella del amor incondicional.
—Scouts, melómanos, gatos y perros, futuros directores de orquesta... han pasado por su objetivo. Incluso un señor que venía de comprar el pan.
—Abogado del Estado, ¡ya ve! Vino con un pan bajo el brazo. Y no era recién nacido. Recuerdo mi infancia y la veneración con la que mi abuela, mis padres, mis tíos, abrían la hogaza de pan, después de trazar el signo de la cruz. El pan era el milagro diario. Ellos pasaron hambre. Eso se perdió. ¡Lástima!
—Comunión feliz con el pan y España. Lo que el dios balón urdió que no lo desvertebren el Estatut o el nacionalismo independentista, ¿no cree?
—Sin duda. Me decía José Antonio Marina que el verdadero patriotismo español es el del tomate: todos dicen que en su pueblo se cultivan los mejores de España. Es imprescindible que la Nación tenga símbolos y figuras que cuajen un sentimiento colectivo sano, un orgullo de pertenencia...
—Entre los descartes de fotos que no ha publicado figuran capitanes de barco, toreros, filósofos,fumadores de pipa y otras profesiones de riesgo.
—Hoy casi todas tienen riesgo. Le tengo que decir que los financieros sufren mucho: «Se padece más cuando te juegas el dinero ajeno», me dijo uno. Y puso una cara de dolor que le tuve que creer.
—Ha fotografiado también a algún titiritero, pero no se apellidaba Zapatero.
—Síííí. Una de las mejores fotos, pienso. Un hombre que en dos segundos creó un mundo, dio vida a un trapo amarillo con cabeza, y comenzó un diálogo provocador con aquel muñeco. En poco tiempo el títere era más real que la mano que lo manejaba.
—Si le disparara —fotográficamente hablando, claro— a Zapatero, ¿qué saldría en su cámara?
—Mire, a mi cámara no le miente nadie. Lo ve todo. El retratista es un psicólogo que tiene que conseguir esa apertura moral del retratado. En el rostro de ZP se leería: «Señor, aparta de mí este cáliz».
—La misma pregunta anterior, pero para Rajoy.
—Una esfinge, un ser impenetrable, impasible. Hay que hacerle fotos mientras ve una etapa de montaña en el Tour. Se deja retratar vestido de ciclista. Le pondría una montera. Creo que a Rajoy lo que más le gusta es reír, y está cansado de poner cara seria.
—¿Y Obama?
—Tiene una cólera que hasta ahora nadie ha retratado. Esa es la que me gustaría buscar.
—Si colocáramos, como Stendhal, un espejo en el camino, ¿retrataríamos la crisis en rojo y negro?
—¡Uy!, la crisis tiene retrato coral; sale poco porque nos resulta insoportable. Mucha gente lo pasa muy mal. Está en la calle. Basta darse una vuelta.
¡La vida es cabrona!
—Tenemos una duración inadecuada. No hablo de la inmortalidad, que da pereza. Deberíamos tener veinte años más para poder agotar nuestro programa. Un epitafio feliz: «Agotó todas sus posibilidades».
—¿Le hubiera gustado fotografiar a la futura Reina de España?
—A mi cámara le falta una Reina de España.
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