Era la época heroica de las exploraciones, y la escogida por Scott, capitán de la Marina Real Británica, no tenía parangón: ser el primer hombre en llegar al Polo Sur.
Le esperaban vientos de hasta 300 kilómetros por hora, temperaturas inferiores a 50 grados bajo cero, un enorme océano congelado «que se desplazaba y retorcía como si estuviera vivo» y una costa sin apenas puertos naturales.
¡Santo Dios, esto es un lugar espantoso! Y ahora a volver a casa, haciendo un esfuerzo desesperado
Su expedición y la de Amundsen habían emprendido la marcha al mismo tiempo, el 24 de octubre de 1911. Scott, equipado con trineos motorizados, caballos y perros, siguió la huella de otro expedicionario legendario: Ernest Shackleton,.
Al igual que Shackleton -otro de los nombres que brilló con luz propia en aquella rivalidad entre ingleses y noruegos- Scott se empeñó en utilizar caballos, cuya inutilidad sobre tan inhóspito terreno estaba demostrada, trineos a motor que no funcionaban y perros que nadie sabía guiar.
La carta de Scott
El 4 de abril de 1912, ABC se hacía eco de la carta que le entregó Scott al teniente Evans, que iba también a bordo del barco «Terranova» en aquella expedición, a 150 millas del Polo:
«Después de bastantes peripecias –escribía el capitán– dejamos Hut-Point para dirigirnos a la estación de invierno. Desde hacía tres semanas no veíamos el sol. La temperatura normal era de 40 grados bajo cero […]. A primeros de noviembre emprendemos la marcha hacía el polo, haciendo jornadas de 15 millas […]. El 3 de enero seguí con cinco hombres hacia el Polo y envié tres hombres, bajo la dirección del teniente Evans. Los que envío al barco van disgustadísimos, porque todos querían venir hasta el fin.
Cuando Scott alcanzó su destino, sólo encontró la bandera que había dejado Amundsen un mes antes
Nada parecía ir mal. Sin embargo, cuando por fin consiguió alcanzar su soñado destino, lo único que encontró fue la bandera noruega que había dejado, un mes antes, Amundsen y sus compañeros.
Eso no era lo único que perdería el capitán Scott en aquella expedición: también se dejó la vida. Él y sus cuatro compañeros perecieron durante una tormenta cuando realizaban el camino de vuelta, quedando casi como único recuerdo de aquella hazaña su diario y la fotografía que ABC mostró en la portada del 19 de junio de 1910.
«Uno de los cinco momentos estelares de la humanidad», lo calificó el scritor austriaco Stefan Zweig