Viviendo junto a un cementerio de amianto

Cristina, Alma y Antonio charlan con la escombrera a sus espaldas - Rocío Ruz«Los vecinos tenemos miedo porque creemos que estamos expuestos a un riesgo importante para nuestra salud». Antonio Jimeno es el portavoz del colectivo vecinal que tiene a escasos metros de sus casas la inmensa escombrera con toneladas de chapas de uralita destrozadas al aire libre. Sitúa el principio del problema cuando en 2010 la fábrica fue expoliada de manera salvaje. «Aquí venían camiones por las noches y ayudados de cadenas, iban arrancando todo lo que podía tener valor: marcos de ventanas, tuberías, sanitarios... Y lo que ahora vemos es la uralita que recubría los techos de las naves». La entrevista se realiza en una de las casas que está más cerca de la zona más afectada por la acumulación de amianto, a unos 30 metros de distancia. Entre pregunta y pregunta, a sus espaldas, un rebaño de ovejas cruza la escombrera. «Es que encima ese material nocivo está en movimiento porque lo remueve el ganado, chavales que pasan por ahí jugando. Y eso puede producir que se liberen esas partículas o fibras de amianto que son tan perjudiciales». Cristina Gallego, una de las vecinas afectadas - Rocío RuzCristina Gallego: «A los cinco años de venir a vivir aquí, empezaron mis primeras bronquitis. Me diagnosticaron que tenía asma pero no comuniqué a mi médico dónde vivo. En un mes tengo una cita»Cristina Gallego tiene cita con el neumólogo dentro de mes y medio. A los cinco años de vivir en la Cruz de Marchenilla empezaron las primeras bronquitis. Hasta entonces no había tenido nunca problemas respiratorios. «Me diagnosticaron que tenía asma pero yo nunca relacioné que mi dolencia podía estar vinculada a esta exposición». Desde la asociación Avida aconsejan que informen al centro de salud y a los médicos de la existencia de este riesgo potencial para la salud, de cara a ir dibujando la incidencia en la zona. «Yo le pido a la Administración, a la que sea, que se lleve esto de aquí. Tengo dos hijos. Uno, es una niña de sólo cuatro años, que sale todos los días a jugar al patio de casa, que está muy cerca de esa montaña de escombros. Tenemos mucho miedo de lo que nos pueda pasar».Antonio Jimeno es el portavoz del colectivo vecinal - Rocío RuzAntonio Jimeno: «Aquí nadie ha movido una piedra para descontaminar esto hace más de una década y estamos hablando de entre 600 y 800 vecinos afectados y que tenemos un colegio muy cerca»Hace más de una década de las primeras denuncias y la última vez que elevaron una queja al Consistorio fue en 2019. El tiempo pasa para estos vecinos cuya paciencia se está agotando. «Cada vez que vamos a preguntar al Ayuntamiento en qué situación están los expedientes, nos dicen siempre lo mismo, que están tramitándose pero aquí nadie ha movido ni una piedra para descontaminar esto. Estamos hablando de entre 600 y 800 vecinos que podrían estar afectados, con el agravante de que tenemos muy cerca un colegio», señala Antonio Jimeno.Visto que la vía administrativa no está surtiendo efectos, los vecinos se están organizando para demostrar a las autoridades las consecuencias que pueden estar ya sufriendo por la exposición a esa cantidad ingente de restos de uralita con la búsqueda de asesoramiento a especialistas.Alma Avilés compró su casa hace seis años - Rocío RuzAlma Avilés: «Nos vinimos aquí buscando el contacto con la naturaleza. Nos dijeron que esa basura la quitarían, que era cuestión de tiempo. Hace seis años de eso»Como otros propietarios de la urbanización, Alma Avilés compró su casa hace seis años atraída por la idea de vivir cerca del campo. Ella y su marido cambiaron la ciudad de Sevilla por ese rincón de Alcalá buscando el contacto más cercano a la naturaleza. «Nos dijeron que los vecinos ya se estaban movilizando para que limpiaran la zona y que era cuestión de poco tiempo. Eso fue lo que finalmente nos animó a comprar». Su terraza mira directamente a la escombrera; lo que debían ser amaneceres y puestas de sol con el castillo de la Marchenilla de fondo, las vistas se resquebrajan por una inmensa mancha de escombros. «Tenemos mucho miedo a que en el futuro este amianto nos dé la cara. Tengo una niña pequeña que desde los dos años sufre bronquitis recurrentes y tememos que ese amianto tenga la culpa». Desde su ventana ve a diario cómo los escombros los remueven «perros, ganado y personas que pasan por la zona y que a lo mejor no saben del peligro de tocar esas placas de uralita». Están convencidos de que a falta del respaldo de la Administración van a tener que costearse de su propio bolsillo los informes que certifiquen que tienen un desastre ambiental a las puertas de sus hogares.

Viviendo junto a un cementerio de amianto

Los vecinos de la Cruz de la Marchenilla se están organizando para que las administraciones se hagan cargo de la limpieza de unos terrenos tras más de una década esperando una solución

Límite de sesiones alcanzadas

Has superado el límite de sesiones