El partido venía caliente del horno, cocido hace días por las declaraciones del seleccionador francés, Didier Deschamps, aludiendo a la violencia de los hondureños (luego matizó hablando de intensidad, pero ya era tarde). Así que si los de Honduras no habían sido duros hasta entonces, lo fueron luego, con el cuchillo entre los dientes y agarrándose al veterano Palacios, que repartía aquí y allá, a todo lo azul que se moviese. [Narración y estadísticas del Francia-Honduras]
Tuvo para dar mucho porque el balón fue de Francia y, sobre todo, de Pogba, que se hizo el dueño del partido. A Pogba, que mide 1,90 y es un armario de tres puertas, hay que darle con un bazooka para derribarle y, por mucho que le dieran, Francia llegaba y llegaba.
En ese ir contra el muro hondureño sin contestación alguna porque no tienen el fútbol suficiente ni velocidad arriba para la contra, Francia tuvo ocasiones, sobre todo dos de Matuidi y Griezmann, que se fueron al palo.
Si Honduras hubiera buscado más juego, más balón, quizás podría haberse salvado, pero el esférico no le duraba. Se le iba encima Pogba y Matuidi como fieras en la presión, y la posesión le duraba un suspiro. Luego, el ataque continuo de los galos dio paso a un claro penalti más expulsión de Palacios y el gol de Benzema dio la sensación de acabar con el partido porque Honduras, abajo en el marcador y con uno menos, no parecía capaz de superar aquello.
A los tres minutos la tecnología sentenció el partido. Un remate cruzado de Benzema se fue al palo, el rechace le dio en el guante a Valladares y a la vuelta la máquina dijo que aquello era gol. Daba igual, la segunda parte fue una autopista de ida sin vuelta hasta que Benzema, de formidable disparo, marcó el tercero.






