Dos equipos renovados, con las miras puestas en el futuro —sobre todo Rusia, que organiza el próximo Mundial—, despacharon un partido entretenido en Cuiabá, jugado sin complejos por los asiáticos frente al orden táctico exigido por Fabio Capello a los suyos. Con Kokorin como promesa de futuro, el técnico italiano reservó de forma sorprendente a Dzagoev y Kerzhakov en la primera parte. Un disparo de Ignashevich desde su casa resumió la decepcionante propuesta ofensiva de Rusia, mientras su rival, ingenuo en la definición, al menos tocó con criterio.
La segunda mitad trajo picante gracias a Akinfeev, el meta ruso, para quien el balón Brazuca resultó indescifrable. Los coreanos vieron el filón: tiro lejano para buscar el rebote, ya que el portero no blocaba. Después de varias intentonas, al final Akinfeev se comió el Brazuca: el lanzamiento de Keun-Ho ni siquiera exigía reflejos, así que el error fue monumental, pues después de chocar en unas manos de mantequilla la pelota acabó dentro de la red. Reaccionó Capello dando paso a Dzagoev y Kerzhakov, y Rusia fue otra; el exsevillista necesitó un minuto para empatar en una jugada de delantero listo, aprovechando, cómo no, un rechace, y salvando a su técnico de un bochorno.






