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BUENOS VECINOS
AUTILLO
Urbanos y nocturnos

Los autillos, las pequeñas aves rapaces que cuidan de la ciudad cuando los demás duermen

Bernardo Álvarez-Villar

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La falta de zonas verdes y el exceso de ruido y de luz están provocando el declive de los autillos, unas aves rapaces fundamentales para el control de plagas en la ciudad

Efectivamente, la ciudad nunca duerme. Pero no son solo camareros, barrenderos, policías o médicos quienes salen cuando cae el sol para que todo siga funcionando. También hay toda una serie de especies animales que dejan sus escondites cuando todos los demás duermen. Y también ellos lo hacen para que todo funcione, para que se mantenga estable el frágil equilibrio de un ecosistema urbano. Todos son necesarios para conservar su delicada armonía y, entre ellos, los autillos, unas pequeñas aves rapaces nocturnas cuyo canto, como un pitido agudo y persistente, parece el sonido de una alarma o de un radar.

El autillo europeo (Otus scops) es el búho más pequeño, más urbano y escurridizo de cuantos habitan en la Península Ibérica. Estas aves no suelen superar los 20 centímetros de longitud ni los 100 gramos de peso. En su plumaje predominan los tonos grises y pardos, lo que le ayuda a camuflarse entre los árboles y a pasar (casi) desapercibido para otras especies. Al igual que todas las rapaces nocturnas, los autillos tienen unos grandes ojos que les permiten ver en la oscuridad.

¿Dónde es posible encontrar ejemplares de esta especie? “Pues en cualquier parque de Madrid”, responde Patricia Orejas, bióloga del Centro de Recuperación de Rapaces Nocturnas Brinzal. Pero no solo: “Incluso los hay en árboles dentro de jardines particulares. Es un ave bastante urbana y, por el alimento que tiene, polillas por ejemplo, se la encuentra en zonas urbanizadas donde vivimos los humanos, que tenemos luces que atraen a un montón de insectos”.

Aunque también es posible ver autillos fuera de la ciudad, “en bosques de ribera, por ejemplo, o en arboledas con agujeros de pájaros carpinteros, que es donde anidan y donde tienen alrededor campos de cultivo y zonas donde obtener su alimento”. En general, concluye Orejas, el autillo está “bastante distribuido por toda la ciudad y la comunidad de Madrid”. Y por casi todo el territorio nacional, cabría añadir, exceptuando las zonas más cálidas del Levante español. También evitan las áreas forestales muy densas, pues están acostumbrados a cazar en zonas amplias y abiertas.

La mejor época para verlos es la primavera y el verano. En marzo o abril vuelan miles de kilómetros desde África central hasta la península. A finales de septiembre, cuando empieza a apretar el frío, alzan su vuelo en la noche para establecerse de nuevo en el continente negro.

Alimentarse y reproducirse

Los autillos, como también hacemos los humanos, llegan a nuestras ciudades para alimentarse y reproducirse, tal y como recuerda la Fundación Endesa. El ciclo reproductivo se inicia con los calores primaverales y terminan cuando bajan las temperaturas. En los árboles de nuestros parques la hembra pone entre dos y cinco huevos y la incubación dura unos 24 días.

“La biodiversidad se ha ido perdiendo, tanto cuantitativa como cualitativamente. Lo que alertábamos desde hace años ha ocurrido finalmente»

Respecto al alimento, comen principalmente insectos (polillas, cucarachas, mosquitos, abejorros, saltamontes o langostas), especies por lo general molestas para el humano. De vez en cuando, si la noche viene con suerte, los autillos pueden darse un festín y zamparse una lagartija, algún ratoncillo e incluso pequeñas aves.

Aunque esto de los manjares cada vez se le va complicando más. En unas ciudades con zonas verdes escasas, con exceso de luz, de tráfico y de ruido, la dieta del autillo se reduce a alimentos poco nutritivos, comprometiendo así su reproducción y supervivencia. De hecho, tal y como expone la bióloga de Brinzal, y aunque no hay censos de autillos que cubran todo el territorio nacional, “hay una tendencia a la baja de las poblaciones. No es una tendencia muy acusada, pero es una tendencia a la baja”.

El caso de la capital es paradigmático. Un estudio elaborado por Brinzal hace unos años descubrió que la mayor parte de los pollos de autillo que nacían en Madrid lo hacían con una patología que afecta a sus bocas y que les impide comer. “Si no son tratados, acaban muriendo”, asegura Orejas. El parásito en cuestión, de nombre Gongylonema sp, infecta a los autillos recién nacidos por la ingesta de cucarachas negras. Al desaparecer o disminuir las poblaciones de otras especies de insectos, una dieta basada exclusivamente en cucarachas les vuelve más proclives a padecer la enfermedad.

El autillo es el búho más pequeño, más urbano y escurridizo: no superan los 20 cm. de longitud ni los 100 gramos de peso

Amenazas para los autillos

La solución es entonces evidente. La bióloga Irene Hernández Téllez le dedicó un trabajo a la situación del autillo en la capital de España, extensible también a otras grandes ciudades. Para evitar su desaparición y cuidar su hábitat es necesario favorecer “la diversidad de insectos en las zonas verdes para que los autillos dispongan de una mayor variedad en su alimentación”. Esto implica crear más zonas verdes, las cuales “actúan como reservorios de esta biodiversidad, de tal manera que proporcionan hábitats diversos de reproducción y alimentación para las distintas especies, aportan protección frente a los depredadores y a las perturbaciones humanas”. Pero no solo eso, pues el autillo es una especie muy sensible a la contaminación lumínica y acústica.

Para los autillos rurales, la amenaza es la desaparición de sotos fluviales y la proliferación de cultivos de regadío y zonas urbanizadas. Todo ello significa una pérdida de la disponibilidad de alimento y la falta de lugares de nidificación. También los plaguicidas y otros productos químicos (pesticidas o trampas de veneno para ratones) son dañinos para estas aves rapaces, pues acaban con las especies de las que se alimentan y acumulan sustancias tóxicas en el ambiente.

«Para proteger a una mariposa hay que proteger su hábitat. Por eso, son tan importantes las reservas y microreservas de mariposas»

Al principio decíamos que los autillos, como muchos humanos, salen por la noche de sus escondites para que todo pueda seguir funcionando. En el caso de estas rapaces, su función en el mecanismo de la vida es el control de plagas. Tanto de insectos como de esos molestos ratoncillos, que en ocasiones son también transmisores de enfermedades. Por ese motivo, es importante cuidar y preservar a estas simpáticas aves e intentar poner freno a la destrucción de su hábitat. Y eso es algo que, aunque en pequeña medida, está al alcance de todos. Orejas, buena conocedora de los gustos y necesidades de estas aves, da algunas claves para ello: “Si se dispone de un pequeño jardín o patio interior, una caja nido siempre ayuda.”. Aunque muchas veces basta con algo más sencillo: “Básicamente, ser respetuosos con el entorno. No hace falta nada más”.

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Ilustraciones Noemí Ceballos y Santiago Cordero

Maquetación Saúl Ramos Fernández

Producción Video Delia Blesa