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La (no tan) extraña muerte de Ataúlfo Argenta

El legendario director de orquesta español falleció de forma repentina en enero de 1958

Ataúlfo Argenta en la plaza porticada de Santander donde obtuvo tan rotundos éxitos al frente de la Orquesta Nacional Española, volvió al VI Festival Internacional para dirigir a la orquesta de la Suisse Romande en tres conciertos+ info
Ataúlfo Argenta en la plaza porticada de Santander donde obtuvo tan rotundos éxitos al frente de la Orquesta Nacional Española, volvió al VI Festival Internacional para dirigir a la orquesta de la Suisse Romande en tres conciertos
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«De haber vivido más se hubiera convertido en el Karajan español», aseguraba la mezzosoprano Teresa Berganza y Cristóbal Halffter se lamentó de que con su muerte «muchos compositores quedaron huérfanos de un director que los hubiese llevado por el mundo». Porque Ataúlfo Argenta , el director de orquesta español de mayor talento, fue un «milagro irrepetible».

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Ataúlfo Argenta sonríe con una batuta entre sus manos

Un milagro que, según el crítico Alberto González Lapuente , «duró doce años y tres meses y, como tal, no ha vuelto a repetirse». Se inició el 10 de octubre de 1945, cuando Argenta dirigió por primera vez a la Orquesta Nacional de España, y se truncó trágicamente el 21 de enero de 1958 con su repentina muerte.

Esta personalidad única que logró que los conciertos dejaran de ser elitistas acontecimientos sociales, que llevó a la Orquesta Nacional a París, Bélgica, Suiza y Tánger, que sacaba las entrañas de los intérpretes y arrebataba a los espectadores... Este prodigio que conquistó para España el prestigio internacional falleció «en extrañas circunstancias» cuando tan solo tenía 44 años.

Argenta se encontraba aquel 21 de enero en su residencia de Los Molinos, un pueblo de la sierra de Madrid. Según la escueta nota que publicó al día siguiente ABC sobre los hechos, «el maestro hizo el lunes su vida normal y se acostó sin acusar ningún síntoma extraño. Ayer por la mañana fue hallado muerto, posiblemente a causa de un ataque cardíaco. Contaba cuarenta y cuatro años de edad. Deja viuda y cinco hijos. La esposa se encontraba actualmente en Suiza».

Al día siguiente se informaba de que «Ataúlfo Argenta se encontraba en su automóvil al sobrevenirle la muerte. A las once de la mañana, a uno de los albañiles que trabajaban en el hotel donde residía el famoso director le extrañó el ver la puerta del garaje abierta por lo que entró en éste y descubrió el cadáver dentro del coche. Inmediatamente informó a la Guardia Civil». La autopsia, según las fuentes oficiales, indicó que había fallecido «a consecuencia de una hemoptisis y fallo repentino del corazón».

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Ataulfo Argenta dirigiendo una de sus obras - Virgilio Muro

«Nuestro periódico, que entonces dio cuenta gozoso del triunfo, prestará también amparo al dolor con que están escritas mis cuartillas. Que lloran la pérdida de un amigo fraterno. Al tiempo que la de un artista impar en la historia de la música española», escribió entre lágrimas Antonio Fernández-Cid aquel mismo día.

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Las manos de Argenta, batuta y partitura en mano

Al reputado crítico musical de ABC la noticia de su muerte le llegó de forma «brutal, pisando los talones a la de su último, fabuloso triunfo (en el Palacio de la Música, en el Monumental Cinema) obtenido con la unanimidad por millares de espectadores a quienes su batuta imantó». Su trabajo, su éxito, todo se quebró cuando su vida se ofrecía brillante y prometedora.

Su repentino fallecimiento causó especial consternación en toda España. ABC dedicó un amplio espacio para glosar su vida y su obra y recabó con urgencia las opiniones cualificadas de Toldrá, Oscar Esplá, Gorostidi, Arambarri, Norma Procter, Joaquín Rodrigo, Halffter, Jesús Guridi, Regino Sainz de la Maza... Era un dolor compartido.

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La comitiva fúnebre saliendo de su casa de Alfonso XII

En la Orquesta Nacional su pérdida fue muy sentida. «Ayer tarde, en la sala de ensayos del Real, cien profesores lloraban como niños. En el lugar del maestro, la noticia de su fallecimiento... Unos corrieron a Los Molinos; otros, a su casa de Madrid...».

Su entierro y el funeral en los Jerónimos fue una multitudinaria manifestación de duelo.

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Comitiva fúnebre

«No hay conversación de la época que no se refiera al hecho. Argenta está en boca de todos, y su muerte, teñida de ese misterio que siempre rodea los acontecimientos fortuitos y solitarios, no deja de generar comentarios. Sale a relucir su fama de conquistador, que corre en paralelo a lo afable de su carácter abierto y sonriente; se habla de lo absurdo de las circunstancias, de lo inexplicable de su comportamiento», narró González Lapuente.

Hubo que esperar años para que salieran a la luz los detalles de esta muerte que, como señaló Juan Soto, fue «durante tanto tiempo embozada en la mojigatería hipócrita de las medias palabras».

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Debut internacional de Argenta en Harrigay Arena, Londres

En la obra de ABC «España: Historia gráfica del siglo XX» ya se apuntaba que no estaba solo en el automóvil cuando falleció, sino «acompañado de una mujer». Era una prometedora pianista francesa, Sylvie Mercier, de 23 años.

Para aclimatar la casa en esa gélida noche, Argenta había encendido la chimenea, pero tuvo la fatal idea de esperar a que se calentara en el coche, dentro del garaje, con el motor en marcha. El famoso director, que había padecido de tuberculosis, falleció por inhalación de monóxido de carbono. La joven se salvó de milagro. Ella misma se lo contó a Ana Arambarri para la biografía «Ataúlfo Argenta. Música interrumpida» (Ed. Galaxia Gutenberg).

Arambarri, nieta del maestro, consultó los detalles del fallecimiento en un expediente judicial que le facilitó en su día Manuela Carmena, por entonces jueza en El Escorial, y tuvo acceso a los archivos familiares. El maestro de Castro Urdiales, que había dirigido las principales orquestas de Europa , estaba a punto de firmar el contrato que le iba a convertir en el director mejor pagado del mundo.