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El experimento científico que confirmó los poderes mentales de Uri Geller, el mejor doblador de cucharas

La opinión pública se batió durante años en un debate sobre si el israelí era un farsante, un ilusionista de salón, o alguien con verdaderos poderes

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El ilusionista Uri Geller (Tel Aviv, 1946) se hizo conocido en todo el mundo en los años setenta por sus actuaciones televisivas doblando cucharas, describiendo dibujos ocultos y haciendo que los relojes se detuvieran o corrieran más rápido . Un empresario formidable organizaba sus «shows» en los grandes teatros sacando partido a que Geller era un joven espléndido que durante algún tiempo había trabajado como modelo fotográfico. «Yo me considero absolutamente normal así, como soy. ¿Usted cree, por ejemplo, que Dalí es normal?. Para mí lo mío es un don que Dios me ha dado, pero en lo demás soy como tú, hago el amor, como tú…», explicaba el propio ilusionista, sin mucha modestia, en una entrevista con Blanco y Negro publicada el 28 de agosto de 1975.

El truco del almendruco

La opinión pública se batió durante años en un debate sobre si Geller era un farsante, un ilusionista de salón o alguien con verdaderos poderes. ABC recogió en septiembre de 1975, coincidiendo con su aparición en TVE, varias noticias del extranjero que denunciaban su fraude: ‘Fracasó en Francia, donde le descubrieron sus trucos’, ‘Uri Geller confiesa haber hecho trampas, según "The New York Times"’, ‘Los propios israelíes le acusaron de fraude’...

En un artículo escrito esos días por el corresponsal en Londres Miguel Jordán titulado ‘El truco del almendruco’, se apuntaba algunas de las posibles trampas: «Uri Geller para los relojes con un imán que oculta en la mano o que está debajo de la mesa. Para retorcer los metales, aplica tal vez líquidos corrosivos. En Alemania los ilusionistas emplean «aqua regia» —una combinación de ácidos— para destruir metales. En Suecia, un ilusionista lograba idénticos resultados con la misma fórmula».

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Las críticas eran inevitables, bien lo sabía él. En la entrevista concedida a Blanco y Negro, el genio de las cucharas dobladas hizo su mayor ejercicio de adivinación: «La impresión que tengo de la gente que he visto, española, es que tiene calor humano, simpatía, fe… ¡claro que ya veremos después, cuando me vaya, lo que dirán ustedes en los periódicos, la radio, la televisión…».

Y lo que dijeron era, en efecto, que nada parecía muy real. ABC recogió las reacciones negativas de la Sociedad Española de Parapsicología, que en boca de su presidente recordó que «tuvo un fracaso estruendoso en Alemania, donde le colocaron unas cámaras ocultas, sin que se diera cuenta, que descubrieron el fraude. Es de destacar que un instituto metalográfico alemán descubrió que los objetos que manipula —llaves, cucharas, etc.— están tratados con nitrato de mercurio, que se caracteriza porque reblandece el metal con el que se pone en contacto». Por su parte, el presidente de la Sociedad Española de Sicoterapia Analítica dudó de la validez de experimentos que se realizaban en el plató de televisión , fuera de todo control científico.

Geller, en declaraciones a Blanco y Negro, contestó con hostilidad a estos grupos parapsicológicos: «Yo me he negado a trabajar con ellos, sí señor. Yo prefiero que lo hagan científicos de las ciencias naturales o las exactas. Aparte de que de verdad nadie de los españoles de este grupo ha hecho un contacto directo conmigo, y si así hubiera sido también me habría negado… porque es con todo el respeto para los parapsicólogos, de haberlo hecho así, no habríamos tenido un control rígido… ¿entiende?, que es lo que yo quiero y he podido demostrar muchas veces».

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Los experimentos en laboratorio demostraron, según informaba ABC poco después, que Uri Geller sí «poseía cierta facultad para influir sobre objetos a distancia , al margen de todo truco. Pero lo que no puede hacer él ni nadie es reproducir a voluntad el fenómeno, por lo que, en público, cuando aquel no surge, tiene que recurrir al fraude». El experimento en cuestión lo realizaron en 1974 unos investigadores del Centro de Estudios Parapsicológicos de Bolonia, como describió en su edición del 13 de julio Blanco y Negro. La reunión en el Hotel Garden de la ciudad italiana entre Geller y una decena de científicos, entre ellos físicos, biológos y médicos forenses, comenzó con su principal truco de magia: el glamour. «El ilusionista lleva ‘blue jeans’ y una camisa de colorines, pero no tiene aires de divo; al contrario, es modesto, educado y en seguida se hace simpático, respondiendo a las primeras preguntas».

Para realizar los experimentos en el campo de la transmisión del pensamiento fue aislado en cámaras blindadas con capas de acero, plomo, cobre, agua, cemento, goma y otras materias. Se cuidó, según los participantes, hasta el más mínimo detalle para determinar que Geller no podía hacer trampa.

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El experimento

El ilusionista superó todas las pruebas, doblando objetos, adivinando dibujos y poniendo en marcha relojes muertos , pero no venció al más escéptico de los científicos. En un momento dado, Uri Geller, «que había entrado sonriente en la sala», se puso nervioso y agresivo. De repente, señaló a un señor y le ordenó secamente que saliera de la sala: «Desde el primer momento ha estado actuando en contra mía», le dijo. «Yo respeto el escepticismo y la crítica. He venido aquí, aun sabiendo que me iba a encontrar ante científicos de alto nivel y no ante un público de circo. Pero usted no está aquí con espíritu científico, usted no quiere que yo tenga éxito, y eso es diferente. Váyase a su casa».

Una vez que se marchó el escéptico, Uri Geller continuó con sus pruebas, que en total se alargaron durante trece horas. Al finalizar la sesión, todos salieron al jardín a charlar distendidamente sobre el éxito del experimento incluso con el escéptico, que regresó al grupo. Uri se excusó por la impetuosidad con que le ordenó marcharse y, como símbolo de paz, le entregó una llave doblada ante los ojos de todos. «Esto no significa nada» , afirmó el inconmovible personaje, y se fue otra vez lejos.

«Cuánto hemos visto aquí», concluyó el profesor Roberto Fieschi, «no es de ningún modo explicable por las leyes físicas que hasta este momento conocemos. He visto, y muy de cerca, doblarse las llaves sin la intervención de algún esfuerzo físico. Es absolutamente cierto que por lo menos en este caso debe excluirse cualquier posibilidad de truco, voluntario o involuntario; tenemos pruebas concretas. Otras podrán surgir del examen radiológico del cristal de silicio. En conclusión, debo afirmar que estos fenómenos tienen que ser estudiados con mucha atención», en palabras recogidas para Blanco y Negro.

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A la izquierda la flor dibujada por el periodista de ABC, y a la derecha la de Geller.

A una escala menor, el periodista de Blanco y Negro Tico Medina realizó también un pequeño experimento para probar los poderes de Geller, cuyos resultados se publicaron con la entrevista del 28 de agosto de 1975. El periodista dibujó previamente una flor en un cuaderno y luego, colocado frente a frente con el ilusionista , repitió mentalmente el dibujo mientras Geller trataba de meterse en su cabeza para adivinarlo. «…después pidió inmediatamente un lápiz y despacio, pero sin fallo dibujó la suya. Aquí está la prueba. Hay muy poca diferencia entre una y otra», narró un entregado Tico Medina adjuntando ambos dibujos.