'Cabezas rapadas': así sembraban el pánico los neonazis de Madrid en 1993
Tras el asesinato a golpes de un joven de 27 años en la Plaza de las Comendadoras, este periódico analizaba la proliferación de estos grupos radicales de ideología fascista que estaban sembrando el pánico en las calles de Madrid
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'El movimiento neonazi trata de resurgir en el avispero del coronavirus', 'Neonazis de San Blas y Retiro, a la caza del antifa en Moratalaz', 'Bastión Frontal: el grupo fuerte de neonazis investigado por la Fiscalía que recluta a menores'. Todas estas noticias han sido publicadas por ABC en el último año. Hace menos de un mes informábamos también de 'la paliza a un joven por parte de un grupo de neonazis en Valencia'. Y si retrocedemos en el tiempo, parece que siempre han estado ahí, como muestra este otro titular de 2018, 'Los neonazis del Hogar Social lideran ya el movimiento de extrema derecha', y este de 2017, 'Los principales grupos neonazis que operan en Madrid'.

Hubo un tiempo, sin embargo, en el que estos grupos violentos y de ideología fascista, integrados por jóvenes, fueron una novedad en España. Se podría hablar incluso de una especie de moda peligrosa para el resto de la sociedad, que apareció y se difundió por todo el país, en la mayoría de las ocasiones asociadas a los ultras del fútbol, durante la tercera legislatura de Felipe González. Así lo alertó ABC en 1993, después del burtal asesinato a golpes, en la plaza de las Comendadoras de Madrid, de un joven de 27 años que se encontraba fumándose 'un porro'. «La autopsia revela que Jesús Sánchez murió por un fuerte golpe en la cabeza propinado por un grupo de 'skin heads'», contaba este diario, en referencia al nombre en ingles que se usaba entonces para estos fanáticos.
A raíz de esta noticia, el 23 de noviembre de aquel año, ABC publicaba un amplio reportaje para analizar la proliferación de este movimiento que estaba sembrando el pánico en las calles de Madrid y en la mayoría de las ciudades más importantes de España. «Si la violencia desenfrenada describe a alguna de las numerosas bandas urbanas que pululan por la capital y su área metropolitana, es, sin duda, a la tribu de los 'cabezas rapadas'. Los tristemente célebres 'skinheads'. Sus atuendos paramilitares y simbología nazi han llevado el miedo a las calles y obligado a la Policía y a la Justicia a adoptar medidas especiales para detener la avalancha de agresiones. Este año parecen haberse desatado, pues en 1991 se contabilizaron tres y en 1992, 55, mientras que en los diez primeros meses de este año ya suman más de 130», se explicaba en el subtítulo del artículo, bajo el explícito titular de 'Cabezas rapadas, la nueva pesadilla callejera'.
La muerte de Franco
En otra doble página centrada en el asesinato de Jesús Sánchez, la explicación iba un poco más allá, en un despiece que anunciaba: 'Calle sin ley'. «Como cada año, la conmemoración de la muerte de Franco –explicaba– ha suministrado el pretexto para que las tribus de energúmenos dispuestas a utilizar el fútbol, el rock o las efemérides políticas como ocasión para su violencia, ensombrezcan la vida de una ciudad, intimiden a sus vecinos y lleguen al extremo atroz del homicidio».

A continuación advertía que, «aunque los sociólogos y los psicólogos nos suministran refinadas explicaciones de estas conductas marginales, lo que nos parece más urgente es exigir a las autoridades en este momento que las prevengan y repriman. También reclamar al Delegado del Gobierno en Madrid que dé una explicación de una decisión tan descabellada como la de autorizar dos manifestaciones de signo contrario, separadas por menos de un kilómetro de distancia».
Se refería este diario al enfrentamiento que podría provocar la cercanía de dos actos diferentes organizados, respectivamente, por grupos de extrema derecha y de extrema izquierda. Sobre todo si tenemos en cuenta las declaraciones recogidas por ABC de uno de los amigos de la víctima: «Es cierto que Jesús fue un toxicómano, pero eso no justifica la violencia. Fue una acción brutal y la respuesta no se hará esperar. ¿Quieres rollo? Pues tendrán rollo, pero en igualdad de condiciones». Mientras que las paredes de la plaza de las Comendadoras amanecieron llenas de pintadas en las que se llamaba a la lucha contra los 'skinheads': «Jesús, te vengaremos. No al fascismo, se os acabó el chollo», «Jesús, va por ti. ¡A por ellos!» y «Ya basta, asesinos».

Jóvenes de entre 13 y 20 años
Uno de los datos más sorprendentes en el análisis realizado por ABC es que los recientemente aparecidos 'cabezas rapadas' solían ser jóvenes de entre los 13 y los 20 años, aunque los hubiera también de más de 21 años. «Aunque uno de los pasatiempos favoritos de estos individuos es propinar palizas a los heroinómanos que caigan en sus manos, la droga está también muy asentada entre ellos. El alcohol, especialmente la cerveza sola o mezclada con licor, se une al hachís, las pastillas de éxtasis, la cocaína y otros psicotrópicos. No en balde, muchos de ellos figuran en los archivos de la Policía precisamente por tráfico y consumo de estupefacientes», añadía

Aseguraba también este diario que, en todos los casos, estas bandas están integradas por jóvenes con serios problemas de adaptación social, tanto en familia y en la escuela, como en el trabajo. «Padecen una seria crisis de valores morales, dificultades económicas, rechazo o falta de seguridad en el domicilio familiar, y están convencidos de sufrir hostilidad por parte de los demás. Eso los hace muy permeables a la influencia de amistades ya introducidas en el mundo de las bandas urbanas. Finalmente, buscan la publicidad que logran con sus actuaciones. De hecho, la trascendencia alcanzada por el caso del asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez, en noviembre de 1992, coincide con el aumento de su actividad», comentaba.
Uno de los aspectos más claros para la Policía es que los 'cabezas rapadas' eran reclutados entre los hinchas de fútbol. En especial, de los Ultra Sur y del Frente Atlético, que eran «el principal caldo de cultivo de estos maleantes». La Guardia Civil también detectó que determinados bares o discotecas se habían convertido, a principios de los 90, en «banderín de enganche para estos inadaptados», que solían actuar en grupo. «Cualquiera puede caer en sus manos, aunque las víctimas suelen ser jóvenes ajenos a estas tribus urbanas, toxicómanos, personas de color y quienes les acompañen, transeúntes que intenten afearles por su conducta, travestidos y todos aquellos marginados que tengan la desgracia de cruzarse en su camino cuando van de bronca», podía leerse en este diario.
Los expertos también creían que asociarlos única y exclusivamente con la ideología nazi era en un error muy simple. Aseguraban que, a excepción de algunos casos, la mayoría carecían de motivaciones políticas y buscaban en la cruz gamada y en los elementos relacionados con Hitler y el Tercer Reich, símbolos en los que basar su unión a la banda. Lo que sí les unía era el racismo y el placer por generar miedo en el resto de la sociedad. «No existe cohesión alguna entre los integrantes de cada grupo y, por supuesto, entre los distintos grupos. Hasta el momento, según la Policía, no se ha detectado la presencia de algún líder capaz de agrupar a algunas de las tribus de cabezas rapadas», concluía, sobre un movimiento que estaba viviendo sus primeros momentos.
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