R. A.
CÓRDOBA
La escena fue propia de una película de Indiana Jones. Aconteció hace treinta años. Sus protagonistas fueron el archivero de la Catedral, Manuel Nieto Cumplido, y uno de los dos arquitectos conservadores del templo, Gabriel Ruiz Cabrero. Pertrechados con linternas insuficientes del todo para nutrir de luz la infinidad de dudas que albergaban sobre las entrañas subterráneas del monumento, uno y otro se aventuraron como intrépidos exploradores a descender al vientre de misterio de la antigua Mezquita. «Algo dejó escrito Félix Hernández, pero es cierto que íbamos a oscuras», reconoce el canónigo. Tanto que pasaron cierto miedo. «No sabíamos exactamente qué nos íbamos a encontrar», añade Ruiz Cabrero.
Mas allí estaban los dos, adentrándose en la oquedad del secreto mejor guardado del edificio-emblema de la ciudad: en su aljibe.
Ambos tenían constancia de su existencia por la literatura abundante que había suscitado desde siempre el monumento, y sobre todo por las investigaciones realizadas por Félix Hernández en los años 60 y 70 del siglo XX. Lo recuerda el archivero catedralicio: «Félix bajó a las cisternas, fue él quien las limpió y aportó documentación sobre las mismas». En resumen: el depósito de agua ubicado bajo el Patio de los Naranjos fue construido en el siglo X por orden de Almanzor, el caudillo que ordenó la última ampliación del edificio religioso.
Situado a seis metros de profundidad y con unas dimensiones de 16 metros de anchura por otros tantos de largo, su altura es de once metros. Ahora, el Cabildo, propietario de la Catedral, se está planteando hacer visitable la estancia bajo tierra. «Con sus paredes enfoscadas por mortero de color rojizo, tiene nueve estancias que se comunican entre sí por arcos, y para acceder a él hay que hacerlo por la clave de una de las bóvedas», indica Ruiz Cabrero. Por ahí bajó él junto a Manuel Nieto Cumplido hace tres décadas.
Explica el arquitecto que «lo hicimos a través de una escalera metálica y no sabíamos cuánta agua podía contener: comprobamos al descender que la lámina era de poca profundidad, porque ya no van al aljibe las aguas que llegan al colector de la fachada de la Catedral desde las cubiertas, como sí ocurría cuando se construyó». En la actualidad, la corriente de lluvia se desvía hacia el sistema de alcantarillado, pero los ingenieros que trabajaban bajo la tutela del caudillo Almanzor conectaron los bajantes a las cisternas para que siempre tuviera reservas.
Pero, ¿reservas para qué? La opinión de Gabriel Ruiz Cabrero es clara: «La utilidad del aljibe siempre fue funcional, nunca estética». La conclusión a la que ha llegado el especialista después de analizar el depósito es que el califa pretendía garantizar que, incluso en épocas de sequía, que no faltara agua en el patio de las abluciones, donde los fieles tenían la obligación de purificarse antes de iniciar las oraciones. «También es probable que Almanzor quisiera disponer de reservas suficientes para no poner en peligro el riego de las plantas de la mezquita». Que las cisternas fueran concebidas para el consumo humano está descartado, aunque fue una hipótesis de trabajo de los estudiosos en un inicio dado las amplias épocas de lluvias escasas en la ciudad durante distintas etapas del Califato.
Tampoco hay base para pensar que fueron diseñadas con un fin militar —esto es, para tener reservas de agua en caso de que la conquista cristiana de la capital se precipitara. «Almanzor dominaba gran parte de Andalucía y no tenía motivos para temer una invasión inminente», puntualiza Ruiz Cabrero, que elige la palabra «fascinante» para describir la experiencia que supuso bajar a las cisternas en los años 80 de la pasada centuria. «Fue toda una sorpresa, porque además de observar cómo se había construido durante la dominación musulmana localizamos en su techo una bomba para extraer agua, un elemento que creemos que se colocó a principios del siglo XX», añade quien dibujó un plano del depósito que figura en un voluminoso libro que recopila los planos de la Catedral y que fue editado hace tres lustros.
En la parte superior de la reproducción del depósito de agua de la antigua mezquita aparece un clérigo: se trata del actual canónigo archivero, a quien Ruiz Cabrero quiso inmortalizar en la recreación de esta estancia tan poco conocida del inmueble al que Nieto Cumplido ha entregado años de estudio y dedicación.
El gran reto es hacer visitable el aljibe para los turistas, un hecho que parece complejo. Pese a ello, el Cabildo ha confirmado a ABC que su intención es estudiar esta posibilidad. Poco optimistas se muestran tanto Nieto Cumplido como Ruiz Cabrero. El canónigo afirma en este sentido que «habría que hacer una rampa para facilitar el acceso, que ahora sólo se puede realizar a través de la escalera metálica».
Para acceder a ella es preciso levantar una losa situada en unas de las dos avenidas o paseos que seccionan el Patio de los Naranjos (en el gráfico adjunto se detalla la ubicación de esta tapa de mármol). Por su parte, el arquitecto conservador hace valer las dificultades técnicas que entrañaría la puesta en marcha de visitas turísticas a las cisternas de Almanzor. «Se necesitaría una obra de mucha entidad: es poco realista pensar que se puede llevar a cabo», tercia. La hipótesis está sobre la mesa al menos.
Pero por el momento es suficiente con activar las visitas nocturnas al templo, que comenzarán a comercializarse en menos de un mes y se inaugurarán en septiembre si no hay contratiempos.